"Mi voto de pobreza me ha hecho rico, mi voto de obediencia me ha hecho un señor. ¿Mi voto de castidad? Eh..."
- —Abad anónimo.
Los monjes más ancianos y sabios acaban convirtiéndose en los líderes de sus monasterios. Los fieles suelen acudir a estos abades para pedirles consejo sobre asuntos de fe o para hacerse una mejor idea del mundo religioso, mientras que los sacerdotes e iniciados responden ante ellos en todos los aspectos.
La mayoría de los abades optan por permanecer recluidos en sus monasterios hasta que les llega la muerte, pero algunos se aventuran en el mundo una vez más. Muy pocos abades se dignan a implicarse en política; prefieren la soledad de su propio mundo o de sus viajes a las intrigas de sus cultos. Por ese motivo casi nunca hay un abad al frente de una orden mendicante: dejan la organización y la política en manos de un sumo sacerdote.
Hechos Poco Conocidos[]
Técnicamente, los abades son legalmente responsables sólo ante el jefe de su orden, el jefe de su culto y el propio Emperador. Este privilegio legal data de siglos, y aunque la mayoría de los abades saben sobre él, muy pocos lo aprovechan en su día a día. Aún así, un abad puede decir legalmente a un Conde Elector que se meta en sus propios asuntos, y uno con el pleno respaldo de su culto incluso podría salirse con la suya.
Hay dos clases de abades: los promovidos desde dentro de la abadía a través de un proceso interno muy bien guardado, y los designados por los sumos sacerdotes o prelados del exterior. Los internos son a menudo más populares entre los monjes, pero los forasteros normalmente están más a favor de las reformas. A veces, los monjes están tan divididos que un extraño es la única manera de evitar la fragmentación de la abadía, y a veces la abadía es tan remota que sólo un iniciado tomaría el puesto.
Un puñado de fortalezas remotas del Imperio son guarnecidas por órdenes de sacerdotes o monjes guerreros, con mayor frecuencia sigmaritas. Estas fortalezas son atacadas con frecuencia, y los abades son a menudo hombres con experiencia militar. Ya que la experiencia religiosa también es necesaria, la mayoría de ellos son promovidos internamente. En reconocimiento a su doble papel, se les conoce formalmente como castellanos.