Wiki La Biblioteca del Viejo Mundo
Advertisement
Wiki La Biblioteca del Viejo Mundo

Arbóreo por Dan Scott

Athel Loren está habitada por multitud de seres extraños y poderosos, muchos de los cuales son tan viejos como el propio bosque. Estos seres se dedican a observar con desconfianza y recelo a todos aquellos que entran en su reino. Aunque la forma espiritual de estas criaturas es insustancial y tienen el aspecto de pequeñas esferas de luz, pueden adoptar la forma física que prefieran y cambiar de aspecto a voluntad. Estos espíritus tienden a introducirse en los troncos y ramas de los árboles muertos cuando tienen que responder a alguna amenaza y hacen que el silencioso cascarón de madera cobre vida para atacar a los intrusos. En cuanto la amenaza ha pasado o la batalla ha terminado, los espíritus abandonan el árbol, que vuelve a quedarse encorvado y sombrío, desprovisto de vida.

Así es un Arbóreo, una bestia poderosa que no es más que una carcasa animada de madera muerta que intenta simular de forma retorcida y monstruosa la apariencia de un Elfo. No combate con delicadeza, pero sus puños nudosos le ayudan a aplastar las armaduras y aporrear la carne hasta convertirla es una pasta sanguinolenta. El Arbóreo es implacable, y no teme al dolor ni a la muerte, porque su cuerpo ya no tiene la capacidad de percibir sensaciones y el espíritu que lo impulsa murió hace tiempo.

Arbóreo imagen octava

Una vez en movimiento, estos bajeles inertes tienen un aspecto humanoide grotesco, al menos el de uno de más de tres metros de altura con brazos y piernas retorcidos y combados. Como no muestran signos de vida, estos seres están completamente quietos mientras descansan, lo que favorece que sea imposible diferenciarlos del árbol muerto que eran, sin nada que traicione la esencia que habita en ellos. Sin embargo, son plenamente conscientes de lo que sucede a su alrededor y están preparados para descargar feroces golpes letales en cuanto el enemigo se les acerca. Pueden esperar durante semanas, inmóviles, haciendo gala de una enorme paciencia, hasta que el enemigo llega. En ese instante atacan y desproveen de vida a todo intruso.

En el corazón de cada Arbóreo reside el alma de un Elfo Silvano muerto, aunque este no es el destino de todos. Sólo las almas más fuertes y decididas conservan suficiente individualidad para convertirse en esta criatura. La mayoría de Arbóreos está dispuesta a renunciar a su identidad y a los impulsos que dieron forma a su vida mortal para pasar a formar parte de la panoplia del bosque. A pesar de que sus familiares y amigos sostienen que en ocasiones han oído la voz de su ser querido pululando en el viento, no es más que un eco de una vida pasada. Las almas que se convierten en Arbóreos no son capaces de abandonar por completo el control sobre sus vidas anteriores, y se forjan a sí mismas un nuevo cuerpo para poder seguir defendiendo en la muerte aquello que amaron en vida.

En los Arbóreos apenas se reconoce a los seres que habían sido en su vida anterior. Gran parte de su memoria se basa en sus sentidos físicos, que perdieron junto a la forma física. Como resultado de ello, los pocos destellos y fragmentos que le quedan a un Arbóreo son más confusos que informativos. Por supuesto, siempre hay una excepción a la regla, y en el caso de los Arbóreos, es Amadri Cortezaférrea. Antaño, el renombrado Señor Elfo Amadri Lanzalba fue torturado hasta la muerte por unas Diablillas. Tan ansiosas estaban por asegurarse de que Amadri experimentase la plena medida de sus torturas, que lo maldijeron para que ningún detalle escapase de sus sentidos. Pronto lamentaron aquella acción ya que cuando desapareció la forma mortal de Amadri, el Arbóreo quedó unido a su hechizo en la hora de su muerte. Plenamente consciente de su destino y el de sus verdugas, Amadri pronto se cobró venganza. Atormentado para siempre por un dolor que no puede sentir, el renacido Amadri Lanzalba aún gobierna en Arranoc.

Para la mayoría de los Arbóreos, el mundo es un lugar extraño, oculto bajo un velo de memoria olvidada. A pesar de que las criaturas pudieran verse atraídas hacia claros particulares o a salvaguardar a ciertos Elfos, rara vez son conscientes de la importancia que estos lugares y personas tuvieron cuando eran mortales. De hecho, una de estas criaturas fue el centinela de los salones de su familia durante mil años, y ni una sola vez fue consciente de que la misma catástrofe que había matado a su forma mortal también había matado a todos sus parientes.

Sin embargo, si la memoria mutilada de un Arbóreo le provoca tristeza, nunca habla de ello. De hecho, es raro escucharlos hablar. Cuando deciden comunicarse, lo hacen en tono lento y hueco como si el pensamiento que nutre sus palabras proviniese de un lugar muy lejano. Sin embargo, entienden las instrucciones lo bastante bien e incluso están dispuestos a abandonar su vigilia autoimpuesta si se requiere su fuerza en otros lugares. En ningún momento se aprecia esto más claramente que cuando comienza la Cacería Salvaje y cientos de Arbóreos emergen de la espesura para responder a la llamada, y sus arqueados y retorcidos cuerpos seguirán a Orión en cuanto despierte. A pesar de estar profundamente arraigada, el alma de un Arbóreo resuena ante los tonos estridentes del cuerno de Orión y se agita entusiasmada para afrontar el reto. En la Cacería Salvaje el bosque cobra vida, hierve de rabia y está decidido a recuperar las tierras que le fueron arrebatadas en siglos pasados. Pocas vistas son más gloriosas o aterradoras.

En Bretonia se cuentan historias de árboles tremendamente hambrientos de las que hay versiones en lugares tan recónditos como Kislev. No hay duda de que tales relatos obedecen a los miedos más primitivos de las criaturas mortales (sobre todo a los de aquellos que se atreven a hacer fuego con árboles vivientes), puesto que estas narraciones dicen que el bosque parece cobrar vida para reclamar la tierra que se le ha robado a lo largo de los siglos. Cuando llega el otoño y la cacería acaba un año más, los espíritus abandonan los árboles muertos que les han servido de hogar y regresan a la espesura de Athel Loren, dejando tras ellos un bosque de árboles muertos tan siniestro que solamente los más valientes se atreverían a internarse en él.

Miniaturas

Imágenes

Fuentes

  • Libro de Ejército: Elfos Silvanos (6ª Edición).
  • Libro de Ejército: Elfos Silvanos (8ª Edición).
Advertisement