Wiki La Biblioteca del Viejo Mundo
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El sol de la mañana resplandecía sobre las puntas de millares de lanzas, brillaba sobre seis mil arcos dorados y lució radiante sobre cinco mil carros de guerra. El ejército de Alcadizaar el Conquistador se extendía sobre las dunas como un mar de oro y plata.

A sus espaldas se encontraban las murallas de la magnífica ciudad de Khemri, treinta metros de granito y mármol verde que se alzaban directamente sobre la arena, y más allá se erigía la gran ciudad propiamente dicha, vestida de colores azules, amarillos y blancos. La Pirámide Negra descansaba en el horizonte dejando que su sombra se abatiese sobre la tierra que un día un hombre aterrorizó. El mero pronunciamiento de su nombre asustaba a los corazones del pueblo: Nagash.

Ahora, Alcadizaar se alzaba desafiante ante el antiguo enemigo, apoyado por un ejército reclutado en todos los lugares de Nehekhara. A su mando tenia los mejores aurigas de Khemri, los más letales arqueros de Zandri y la Legión Esfinge de Quatar. Su flanco derecho estaba guardado por la Cohorte Solar del príncipe Imrathepis, la encargada de custodiar las puertas de Numas. A su izquierda, estaban los carros de guerra de los Escuadrones Chacal de Mahrak, antiguos adversarios de la traicionera Lahmia. Y al frente del ejército de Alcadizaar se encontraban los refuerzos ebonitas, formados por rudos hombres de piel oscura y sus bestias de color gris.

Hacía siglos que ningún rey reunía un ejército de tal envergadura bajo su mando. Pero la amenaza del pasado se cernía sobre ellos y debía ponérsele fin de una vez por todas. Llegaron noticias de que al mando del ejército enemigo se encontraba Arkhan, nigromante de la Torre Negra, el tres veces maldito general de Nagash. Con él venía W'soran, un insaciable bebedor de sangre de Lahmia que era inmune a las armas normales y capaz de vencer a un centenar de hombres con sus manos desnudas. Tras ellos, el ejército de Lahmia, soldados ya muertos que habían resucitado de sus tumbas para marchar nuevamente a la batalla. Si Alcadizaar era derrotado, todo Nehekhara se vería sumida en una era de oscuridad y muerte. Los vampiros se alimentarían de los cuerpos aún calientes de sus súbditos, sus magníficos palacios se tornarían vacíos osarios y el sueño eterno de sus antepasados se vería turbado por la magia de un nigromante sin escrúpulos.

Alcadizaar observó el sol despuntante. A medida que se acercaba el momento de la batalla el horizonte se iba oscureciendo. Esta oscuridad absorbía toda luz y vitalidad del ambiente. Incluso el sol se fue apagando y el frio que normalmente acompaña a la noche se extendió como un manto sobre el desierto que se había quedado a oscuras. Podía percibir el miedo de los soldados mientras murmuraban intranquilos.

Las nubes negras avanzaron hacia ellos con anormal velocidad. En la penumbra, en silencio, el ejército de muertos avanzaba. Como si de una burla macabra se tratase, en la lontananza aparecieron carros de guerra hechos con huesos humanos junto a los que golpeaban corceles semiesqueléticos montados por putrefactos muertos animados. Los arqueros enemigos, cuyos ojos y vísceras habían sido arrancados hacía tiempo por los buitres del desierto, avanzaban implacables con los arcos tensados. Y sobre el mar de muerte se elevaban estandartes hechos jirones, que habían tomado parte en cien batallas y que ahora eran animados por una brisa que no era de este mundo.

La ira de Alcadizaar fue creciendo a cada paso que daba la horda no muerta. Pensó en el horror que durante tantos años había vivido su pueblo; la amenaza silenciosa de la Pirámide Negra había aterrorizado a varias generaciones de khemrianos. Hoy, él acabaría con tal amenaza. Aniquilaría el ejército de Arkhan y decapitaría a W'soran. Colgaría ambas cabezas en los estandartes de su carro y avanzaría hacia el Este para destruir Lahmia.

Alzó su jepesh dorado sobre su cabeza y ordenó a sus tropas que avanzasen.

Fuente[]

  • Libro de Ejército: Reyes Funerarios (6ª Edición).
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