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El trasfondo que puedes leer en esta sección o artículo se basa en la campaña mundial de La Tormenta del Caos, que ha sido sustituida por la de El Fin de los Tiempos.
Jeremy Jarvis Warcry Feytor

La historia de Feytor el Corrompido comienza en una pequeña comunidad rural al noroeste del Imperio, donde nació. Hijo de un madre viuda y con varios hermanos, tuvo que encargarse de la granja siendo apenas un adolescente. La vida era dura y los inviernos de seis meses implacables. Aquel año la cosecha había sido mala. Los caminos quedaron bloqueados por la nieve por lo que muchas veces la comida que traían las caravanas estaban en mal estado. Los bandidos y los salvajes del norte se llevaban lo poco de valor y por si fuera poco, un nuevo horror cayó sobre la gente: la Peste.

Actuando de forma rápida e implacable, los afectados morían en un tormento implacable. La gente tenía tanto miedo que cuando uno de los hermanos de Feytor mostró signos de la enfermedad, los vecinos abandonaron sus tierras y huyeron a Wolfenburgo en busca de refugio. Como no podían dejar la granja, Feytor y su familia cuidaron del niño, acabando también infectados. Desesperado por librarse de la enfermedad, Feytor rezó con devoción a cualquier deidad que quisiera escucharlo. Por fortuna alguien escuchó y el niño no murió, aunque aún tenía las marcas de la peste. A Feytor y su familia también les ocurría lo mismo, estaban afectados por la plaga pero en vez de matarlos, los hacía más resistentes al frío y al dolor.

Desgraciadamente, tuvieron que abandonar el poblado pues los pueblerinos pensaban que eran portadores de la enfermedad por lo que empezaron a despreciarlos. Ningúna aldea quería acogerlos por temor a contagiarse, así que Feytor, con el corazón lleno de odio, condujo a su familia a las faldas de las Montañas Grises. Allí la caza era abundante, por lo que tenían alimentos y pieles de sobra. Un día, cuando regresaba de cazar, descubrió que su familia había sido asesinada, quemada por soldados de Ostland. Loco de rabia y de dolor, Feytor los mató a todos, ignorando por completo las heridas recibidas, como si fuera insensible a ellas. Tras llorar la pérdida de su familia Feytor escapó del lugar y se dirigió al Norte. Los soldados le persiguieron, pero tras un mes, acabaron perdiéndolo.

Feytor

Sin embargo, su historia no acabó aquí. Una tribu Norse, los Hermanos de los Lobos, sorprendidos por su resistencia, lo acogieron en su seno y le aceptaron como uno de los suyos tras vencer a su guerrero más fuerte a puñetazos. A través de la guía del Chamán aprendió que fue Nurgle quien le salvó en el pasado y el que le dio la fuerza suficiente para matar a los asesinos de su familia, por lo que Feytor empezó a empezó a rendirle culto. Tras ser aceptado, Feytor se esforzó por hacer la tribu más fuerte y realizar incursiones al norte del Imperio y Kislev. Pero el caudillo de la tribu, Svolos Lobo, rechazó tales intenciones, por lo que Feytor le desafió en combate singular y lo mató, convirtiéndose en líder de la tribu.

En los siguientes 10 años, el poder e influencia de Feytor empezaron a medrar. Se dirigía a las tribus vecinas exigiéndoles abandonar sus dioses en favor del benevolente abrazo del padre Nurgle y unirse a él. Si se negaban, la enfermedad y las plagas empezaban a matarlos; después Feytor regresaba y les volvía hacer la misma oferta, y así en poco tiempo, el ejército de Feytor creció rápidamente. El propio Feytor también cambió, volviéndose completamente inmune al dolor. Empezaron a realizar incursiones contra las tierras del Sur seguidos de un nube de enfermiza pestilencia. Acabaron abandonando el nombre de Hermanos de los Lobos y adoptaron el que les dieron sus enemigos: los Putrefactos. Buscaron a los enemigos más terribles de los Desiertos del Caos y se enfrentaron a ellos en combate. Los Putrefactos siempre dejan a un enemigo vivo pero horriblemente plagado de enfermedades, para que extienda la palabra de la plaga a su manera.

Cuando vio el Cometa de Dos Colas cruzando el cielo, Feytor se vio asaltado por una visión muy vívida. Nurgle le había otorgado tales visiones en numerosas ocasiones y los consejos que había recibido siempre le habían supuesto grandes victorias y mayor fama. En aquella ocasión, la visión le impelía dirigirse a las montañas, donde se uniría a Archaón. La hora de la venganza contra el Imperio por fin había llegado.

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