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Fin trans
El trasfondo de esta sección o artículo se basa en la campaña de El Fin de los Tiempos, que ha sustituido la línea argumental de La Tormenta del Caos.
Krell Batalla del Agua Enferma

Krell

El ejército de Krell avanzó a través de las Tierras Yermas a un ritmo implacable. Nunca se detuvieron, pues no necesitaban sustento ni sueño, sino que avanzaron sin descanso hacia el sur. Como esperaba el señor tumulario, las tierras estaban plagadas de pielesverdes. Muchos se habían marchado, tratando de luchar contra el remoto norte, pero a pesar de este éxodo decenas de tribus de Orcos y Goblins se quedaron.

La mayoría de los pielesverdes huyeron ante la horda de No Muertos y la inquietante oscuridad sobre sus cabezas. Aquellas tribus que resistieron fueron rápidamente exterminadas.

Krell prestó poca atención a estas batallas, nada dispuesto a malgastar tiempo o tácticas en ellos. Cada vez que un Kaudillo Orco ponía su temple a prueba, los muertos vivientes simplemente abrumaban a los pielesverdes, aceptando de buena gana miles de bajas para lograr alcanzar una rápida victoria. No había necesidad de cautela, pues ahora Krell comandaba la mayor fuerza de no muertos reunida desde que Nagash y sus ejércitos dirigidos por vampiros invadieran por primera vez la gran tierra de Nehekhara.

Esta era una fuerza muy diferente a las que, en tiempos pasados, marcharon con orgullo desde Sylvania; estandartes con los emblemas de una casa antes noble, controlados por comandantes vampiros, señoriales y llenos de larga tradición. Este era un ejército mestizo, una horda desastrada que mezclaba gente de pueblo recién convertida con guerreros convocados de tiempos antiguos. Algunos regimientos llevaban las insignias de provincias del Imperio; otros, de naciones olvidadas. En esta unión impía, los cadáveres de los norteños caminaban junto a sus víctimas. La magia nigromántica animaba cadáveres de no más de una semana, o restos reconstruidos de bárbaros que lucharon junto a Sigmar en la Primera Batalla del Paso del Fuego Negro. Ahora todos eran lo mismo; una masa caótica y palpitante que marchaba por orden de Krell.

El propio Krell comandaba desde el centro del ejército, bajo el estandarte de la Legión Maldita, pues sus guerreros de antaño fueron reanimados una vez más. Su segundo al mando seguía siendo Ulffik Mano Negra, y era este Rey Tumulario quien encabezaba la larga columna de caballería que cabalgaba junto a las hordas a pie.

Cuando las tierras rocosas dieron paso a terrenos más embarrados, el ejército de Krell se enfrentó a una última barrera antes de salir de las Tierras Yermas: las Marismas de la Locura. En su prisa, Krell no intentó sondear los caminos cambiantes de dicha ciénaga, limitándose a avanzar. Miles de muertos vivientes se perdieron cuando el barro y las arenas movedizas se cobraron su peaje, pero estos agujeros se llenaron de tantos cuerpos que los regimientos que les seguían podían caminar fácilmente por encima. Los guerreros pisoteados eran como insectos atrapados en savia; una prisión para un instante por toda la eternidad.

A medida que el ejército vadeaba con el barro hasta la cintura, más muertos vivientes se perdieron en el pantano por bestias o emboscadas de Goblins del pantano. Tales asuntos resultaron triviales para Krell, que empujó aún más a sus fuerzas hacia lo profundo de los pantanos. La caballería pesada, Incluyendo los Jinetes de la Muerte y los Lanceros Negros de Ulffik, no podía moverse bien en los pantanos, agobiados por el blindaje y bardas. Pero no toda la caballería pertenecía al reino material. Los espíritus de antiguos caballeros de Averland galopaban por encima de los pantanos como si fueran prados firmes, y los Segadores Llamabruja, espectros condenadores sacados de las colinas malditas de Stirland, atravesaban directamente los árboles nudosos y setos raquíticos como si fueran humo.

Dieter Helsnicht no encontró dificultad alguna en el pantano, pues estaba montado sobre una monstruosidad con forma de murciélago construida por él mismo. Vagó por encima de las columnas en marcha, observando los métodos de Krell con desdén. Según los estándares humanos, el decrépito nigromante tenía una edad imposible. Su vida era mantenida más allá de los años mortales mediante la Magia Oscura. Tales actos se cobraban su propio peaje; su cuerpo era una cáscara arrugada. A pesar de esto, el marchito hechicero estaba lleno de vitalidad antinatural. Podía sentir el viento de Shyish, pura magia de la muerte, en las nubes negras por encima, lo que le daba mayor fuerza.

Antes de que tan variopintos ejércitos se separaran, Arkhan transmitió sus órdenes a los Mortarcas. Había pocos que caminaran por el mundo ante los que Dieter Helsnicht se inclinara. Arkhan era uno de ellos. Él era una leyenda oscura, la mano derecha del señor de la nigromancia, un vástago de la remota Nehekhara. Helsnicht se había pasado su vida, antinaturalmente larga por supuesto, buscando el conocimiento prohibido. Ante él se hallaba un ser que era mucho más antiguo, uno que había estado al tanto de los secretos de las artes oscuras desde el principio. Por temor, Helsnicht hincó su rodilla ante Arkhan. Recitó votos de servidumbre en el idioma de la antigua Nehekhara, deseoso de demostrar su propio conocimiento sacado de tomos prohibidos. Si esto provocó alguna impresión, Arkhan no lo reveló, limitándose a asentir y despedirle.

Arkhan había sido claro: Krell debía liderar al ejército, cuyo objetivo sería maniobrar a decenas de miles de muertos vivientes. Nigromantes menores habían sido adscritos al señor tumulario con órdenes de servirle. Sobre ellos recaería el transmitir las órdenes de Krell o reponer los soldados caídos. Arkhan asignó a Dieter Helsnicht para acompañarles porque estaba convencido de que su habilidad arcana ayudaría a forzar el paso hacia la ciudad de Khemri.

Arkhan sospechaba que los reyes no muertos de Nehekhara amasarían muchos ejércitos en las Llanuras de Sal y esa larga y tediosa guerra de desgaste tendría que ser combatida. Arkhan confió en Helsnicht, diciéndole que las probabilidades de éxito dependerían tanto de los poderes arcanos como de los guerreros y la espada. Arkhan aseguró también que los nigromantes adscritos a Krell serían en última instancia demasiado débiles para obtener la victoria.

Por su propia naturaleza, los nigromantes son parias. Dieter Helsnicht era eso y más. Había pasado muchos siglos sin contacto con los vivos, rodeándose de no muertos que no tenían ni la mente ni voluntad para cuestionarle. Todas sus órdenes habían sido obedecidas sin vacilar desde tiempos inmemoriales. Su acatamiento a Arkhan y Nagash centró lo que quedaba de su mente, pero su antiguo ser volvía de las sombras, volviéndole de nuevo un loco que había pasado muchos cientos de años estudiando detenidamente los mismos tomos antiguos, buscando con avidez más secretos para prolongar su no vida. A medida que transcurrieron los siglos, Helsnicht recurrió a métodos cada vez más directos y viscerales para obtener el conocimiento nigromántico.

Antes incluso de que el ejército de Krell saliera de las Marismas de la Locura, Dieter Helsnicht, Señor de la Muerte, ya había consumido los cerebros de tres de sus compañeros nigromantes.

Nota: Leer antes de continuar - Volsh y Helsnicht

La Batalla del Agua Enferma
Prefacio | Volsh y Helsnicht | Contendientes | Batalla

Fuente[]

  • The End Times I - Nagash.
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