Wiki La Biblioteca del Viejo Mundo
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Cienaga Crootsche por Ralph Horsley

En torno a Marienburgo, en la desembocadura del Reik en el Manaanspoort Zee, se extiende la Ciénaga Grootscher, unas marismas desoladas que abarcan decenas de kilómetros por la costa y el último tramo del río. Es un lugar tenebroso, lleno de juncos más altos que un hombre y de bosquecillos dispersos con árboles decrépitos de cuyas ramas penden grandes barbas de líquenes que llegan hasta las masas enmarañadas de las raíces. Nieblas fétidas, que ni siquiera la lluvia y el viento limpian por completo, flotan entre los juncos. Conforme el Reik se adentra en esta ciénaga, sus aguas se separan del cauce principal y vuelven a reunirse, retorciéndose entre los morones en una maraña de ríos, canales y charcos traicioneros.

La ciénaga les sirvió de refugio a los jutones cuando llegaron allí alrededor del -20 CI, y todavía hace las veces de escudo protector de la ciudad contra posibles invasiones. El Reik y las dos calzadas elevadas hacia Middenheim y Gisoreux son un cuello de botella e incluso una trampa para los ejércitos, que no pueden marchar a través de un pantano. Muchas veces a lo largo de la historia de la ciudad, los dirigentes de Marienburgo se han limitado a replegarse ante una invasión, hostigando a las tropas desde las marismas mientras estas se morían de hambre al pie de la muralla de la ciudad.

La Ciénaga Grootscher también esconde cosas valiosas, y los habitantes de las Tierras Desoladas se las arreglan muy bien para aprovechar hasta el último penique. Los barqueros de los pantanos capturan anguilas, que forman parte importante de la dieta campesina, y los huevos de las garzas grises que llegan en verano son muy apreciados por los gourmets de la ciudad. Los herbolarios pagan bien las plantas medicinales que no se encuentran en otros lugares, como la raíz ”apaciguadora” del lirio de los pantanos que tiene fama de aliviar las resacas. Hasta el lodo tiene utilidad, pues se sabe que la tierra de ciertas zonas de la marisma tiene fuertes propiedades eufóricas e incluso alucinógenas. Los alquimistas la reducen a un polvo que los médicos mezclan con vino para tratar varias enfermedades mentales. Los sectarios y los amantes de las emociones fuertes prefieren la forma pura, que es ilegal, llamada el Sueño de Slaanesh, que fuman en una pipa para inducir visiones, obtener la sabiduría y aumentar su vigor en las orgías. Es muy adictivo, hecho que no pasa inadvertido en el hampa de la ciudad.

Y, sin embargo, los marienburgueses tienen en general una pésima opinión de la Ciénaga Grootscher, a la que llaman normalmente los Pantanos Malditos, si es que la mencionan en absoluto. La muralla del Vloedmuur no es sólo un dique contra la marea y los enemigos extranjeros, sino, además, contra las criaturas que acechan entre los juncos y las raíces retorcidas. Los habitantes con buenas intenciones harán lo que sea para quitarle la idea de la cabeza a alguien que quiera ir a los pantanos, haciendo una señal de protección cada vez que se mencione su nombre y relatando historias descabelladas sobre los peligros que encierra.

Pero los que estén decididos a buscar los tesoros de los Elfos siempre podrán encontrar a algún barquero de los pantanos dispuestos a llevarlos en su batel de fondo plano, aunque al precio de varios florines por cabeza... y por adelantado. Los más atolondrados (y ahorradores) se compran su propia barca. A fin de cuentas, ninguno de los habitantes es tan estúpido como para alquilarle algo a un forastero estando casi seguro de que no va a volver a verlo. Los que tienen suerte vuelven empapados, llenos de barro y muertos de frío después de un día o dos de vagar en la perenne bruma, mientras que a los demás se les recuerda con cariño cuando llega el momento de hacer un brindis en la taberna.

Fuente

  • Warhammer Fantasy JdR: Marienburgo (1ª Ed. Rol).
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