Wiki La Biblioteca del Viejo Mundo
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Desembarco orco

Orcos y Goblins asaltando una batería de maquinas de guerra del Imperio.

Unos brazos gruesos, musculados y verdes tiraban de los remos del pequeño bote, impulsándolo velozmente por el mar, embravecido. Tan pronto como los Goblins conseguían achicar el agua con sus huesudas manos verdes, la lluvia ocupaba el bote de nuevo. El peso de los enormes Orcos Negros enfundados en armadura completa amenazaban con hundir la precaria embarcación de madera, pero Gribblet estaba seguro de que ya estaba tan cerca de la orilla que, aunque pasara lo peor, podría nadar hasta ella tranquilamente.

Una tremenda salpicadura empapó al pequeño Goblin. Los Gigantes en lo alto de los blancos acantilados todavía no habían acertado con ninguno de los enormes peñascos que arrojaban al mar, pero se acercaban demasiado para el gusto del Goblin. Un cañón añadió su poderosa explosión al estruendo general y Gribblet se encogió cuando la embarcación que iba detrás de la suya salto por los aires, arrojando fragmentos de madera (entre otras cosas) por todas partes. Luchando con las feroces olas, dos de los Goblins más ágiles chapoteaban frenéticamente hacia el bote de Gribblet. Mientras forcejeaban para trepar a bordo, los Orcos parecían disfrutar de lo lindo empujándolos de nuevo hacia las gélidas aguas.

Los tres botes restantes se acercaron a la orilla, hendiendo los restos de maderos que surcaban los fangosos bajíos y los podridos y destrozados armazones de botes de asaltos anteriores. Cada bote competía con los demás por llegar antes que el resto a la orilla. En ese momento, la fuerte tripulación de Orcos Negros llevaba una clara ventaja, así que Gribblet les daba gritos de ánimo. El bote alcanzó la playa empujado por las poderosas olas y encalló súbitamente en las rocas cubiertas de fango. Hasta el último Orco y el último Goblin saltó de la embarcación, chapotenado en el agua, que les llegaba hasta las rodillas, y en el denso fango en una carga frontal contra la orilla. En cuanto los Orcos alcanzaron la playa, un proyectil de mortero cayó en pleno centro de su grupo, lanzando miembros y torsos ensangrentados por los aires. Gibblet maldijo al ver los cañones alineados sobre la colina empinada y fortificada. Al correr hacia delante cayó en un cráter. El estallido de una docena de arcabuces provocó más bajas pero, para alegría de Gribblet, por cada Orco caído otros dos saltaban a la playa.

Gribblet saltó del cráter y vio cómo otro bote orco se acercaba a la orilla. Una explosión monstruosamente ruidosa lo dejo momentáneamente sordo y los Orcos saltaron en pedazos, antes de poder desembarcar, a causa de la tremenda potencia de fuego de una enorme máquina de guerra de múltiples cañones. Aferrando con fuerza su lanza y su escudo, Gribblet esprintó hacia la base de la duna fortificada de la que sobresalían sacos de arena y afiladas estacas. Los cuerpos sin vida de innumerables Orcos yacían desperdigados por todo el malecón. Gribblet abrió los ojos como platos al comprobar cómo alzaban un cañón para apuntarle precisamente a él. Cerró los ojos y se preparó para conocer a Morko. El rugido del trueno fue ahogado por una explosión increíble. Gribblet abrió ligeramente un ojo y sonrió: donde antes había habido un mortífero cañón, ahora tan solo había un enorme cráter humeante.

Clavando estandarte orcos

Un estruendoso rugido de "¡Waaagh!" se elevó entre los atacantes Orcos, que emprendieron el asalto a las defensas con renovada ferocidad Gribblet se encontró en la inusual situación de ser el primero en alcanzar las fortificaciones y acometió a uno de los defensores de la artillería con su lanza. Segundos después, oleadas enteras de Orcos asaltaron las defensas, aplastando a los débiles humanos. Un golpe afortunado de su lanza evitó la guarda de su contrincante y la punta dentada de su lanza atravesó la carne del humano. Gibblet disfrutó de la mirada de terror que se dibujó en la cara de su oponente cuando este cayó al suelo. En cuestión de minutos todos los hombres habían muerto. Gribblet se erigió sobre la alta duna para contemplar la masacre. Seis Orcos estaban izando orgullosamente su estandarte en lo alto de la colina, mientras que cientos de Goblins despedazaban la fortaleza de madera tabla por tabla, la apilaban toda en una gran montaña de escombros y la encendían como señal de que los Orcos habían desembarcado. El faro brillo en la noche mientras las diferentes tribus dejaban a un lado sus diferencias y se dirigían a la playa iluminada. La Bahía del Fango había sido tomada y Albión estaba abierta a la invasión Orca.

Fuente

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