Wiki La Biblioteca del Viejo Mundo
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Archivo:Imagen La Torre.png

Los sabios y académicos mantienen una interminable discusión acerca del origen de los hijos del Caos, conocidos como los Skaven, Algunos sostienen que los Skavens son simplemente una variante de los Hombres Bestia, mientras que otros insisten en que se trata de una raza independiente que no han mutado a partir de los humanos (como es el caso de los Hombres Bestia), sino a partir de las ratas. Además, también hay algunos que todavía se niegan a reconocer su existencia.

Resulta extremadamente dificil poder establecer alguna conclusión acerca de los Skaven: sabemos que se trata de una raza principalmente subterránea, que solo emerge a la superficie durante sus violentas e inexplicables guerras. Quizá, la mejor pista que tenemos sobre su génesis se basa en una antigua historia tileana conocida como "La Muerte de Kavzar". A continuación, reproducimos una traducción aproximada de sus trece estrofas para que el lector puede extraer sus propias conclusiones.

La Leyenda

"Érase una vez, hace mucho, mucho tiempo, una gran ciudad bajo cuyo cielo los Humanos y los Enanos vivían en armonía. Algunos dicen que se trataba de la ciudad más antigua y grande del mundo conocido, y que ya existía en una época anterior a la de los Barbaslargas y los hombres; pues fue construida por manos ancestrales y sabias en el amanecer del mundo La ciudad se extendía por encima y por debajo de la tierra, de acuerdo con la naturaleza de la población que la habitaba. Los Enanos reinaban en sus enormes cámaras subterráneas de piedra esforzándose para extraer las rocas durante su larga jornada laboral mientras los humanos cultivaban los campos de trigo que rodeaban la ciudad como sábanas de oro. El sol brillaba, los humanos reían, y todos eran felices.

Un día, los hombres de la ciudad decidieron que debían dar gracias a sus dioses por su buena fortuna. Planearon la construcción de un templo como nunca antes el mundo hubiera visto. En la cámara central habría una sala de dimensiones colosales en cuyo centro se erigiría una torre que rasgaría las nubes. Una torre tan alta que tocaría el corazón del cielo. Después de mucho tiempo, y contando con la ayuda de los Barbaslargas, comenzaron a construir su monumental obra.

Las semanas se convirtieron en meses y los meses en años, y los humanos continuaban su construcción. Los hombres envejecían, pero seguían empeñados en acabar su gran templo y, con la ayuda de sus hijos, continuaron su trabajo durante los cálidos veranos y los lluviosos inviernos. Por fin, tras muchas generaciones, se empezó la construir la gran torre. Pasaron los años y la torre llegó alcanzar tanta altura que a los humanos les resultaba cada vez más difícil subir las piedras hasta arriba. Durante un tiempo, el trabajo se ralentizó tanto que parecía que nunca iba a finalizar.

Kavzar Torre Condenación Skavens

Entonces, apareció un hombre en la ciudad que ofreció su ayuda para rematar la gran obra. Tan solo pidió un favor a cambio y dijo que, si se lo concedían, acabaría la torre en una sola noche. Los hombres se dijeron a si mismos: "Qué podernos perder" y accedieron al trato con el extraño vestido de gris que era lo que deseaba. Todo lo que este deseaba era añadir en la estructura del templo su propia ofrenda a los dioses. Los humanos accedieron y se cerró el trato.

Al anochecer, el extraño entró en el templo inacabado y prometió a los humanos que regresaría a medianoche. Las nubes cubrieron las lunas ocultando el templo con una capa de oscuridad. Todos los hombres de la ciudad aguardaron y observaron mientras transcurrían las horas y, cuando se acercaba ya la medianoche, se agolparon alrededor de la plaza del templo. El viento sopló con fuerza y las nubes desaparecieron de la misma forma que habían aparecido sobre el templo. La torre emergió como una lanza intacta perfilándose sobre el cielo, pura y blanca. En su cúspide podía verse una enorme campana brillando glacialmente a la luz de la luna. La ofrenda del extranjero a los dioses estaba allí, pero no había ni rastro de éste.

Los humanos se alegraron de ver que el trabajo iniciado por los padres de sus padres por fin estuviese acabado. Se abalanzaron en tropel para entrar en el templo. Entonces, justo en medianoche, la gran campana empezó a tañer; una... dos... tres veces. Lentamente, las pesadas ondas sonoras se extendieron por la ciudad. Cuatro... cinco... seis veces dobló la campana, como si se tratase de la torpe respiración de un gigante de bronce. Siete... ocho... nueve; el sonido de la campana se iba intensificando con cada campanada, y los humanos vacilaron y retrocedieron de las escaleras del templo tapándose los oidos. Diez... once... doce... trece. Con el decimotercer teñido un rayo de luz surcó el cielo y, el consiguiente trueno retumbó. En las alturas, la oscura esfera de Morrslieb se iluminó con un destello cegador y, de repente, todo quedó completamente en silencio.

Los humanos corrieron a refugiarse en sus casas, asustados y aturdidos por los portentos que acababan de contemplar. A la mañana siguiente se despertaron para comprobar que en su ciudad reinaba la más absoluta oscuridad. Siniestras nubes de tormenta acechaban sobre los tejados, y cayó una lluvia como nunca antes había visto. Negra como la ceniza, la lluvia cayó e inundó las calles, cubriendo los adoquines con oscuras tonalidades iridiscentes. Al principio, los humanos no se preocuparon demasiado y esperaron a que la lluvia cesara para continuar con sus labores diarias. Pero la lluvia no cesó, los vientos arreciaron y los rayos golpearon la alta torre.

Los días se convirtieron en semanas y la lluvia seguía sin detenerse. A cada anochecer la campana volvía a tañer trece veces y cada mañana la oscuridad cubría la ciudad, Los hombres se asustaron y rezaron a sus dioses, pero las lluvias no cesaban y oscuras nubes negras cubrían los anegados campos de trigo como una mortaja. Los humanos fueron a pedir ayuda a los Enanos, no obstante, los Barbaslargas no estaban preocupados. ¿Qué importaba si caía un poco de lluvia en la superficie? En las profundidades de la tierra todo seguía cálido y seco.

Los humanos ya estaba aterrorizados y se apresuraban para ponerse a cobijo en sus casas, con el miedo atenazándoles en el corazón. Enviaron a algunos voluntarios a lugares distantes en busca de ayuda, pero ninguno de ellos regresó. Algunos fueron al templo para rezar y ofrecer sus escasas reservas de comida a los dioses, pero descubrieron que sus grandes puertas estaban selladas. La lluvia arreciaban. Duras piedras de granizo cayeron del cielo y arruinaron por completo los cultivos inundados. La gran campana repicó con un tañido fúnebre sobre la aterrorizada ciudad. Pronto llovieron enormes piedras, que se desplomaban pesadamente desde el cielo como si fuesen oscuros meteoritos y destrozaron por completo los hogares de los humanos. Muchos enfermaron y murieron sin mostrar causa aparente, los bebés nacían con deformaciones horribles. Alimañas repugnantes se dedicaban a devorar el escaso grano que quedaba almacenado y los hombres empezaron a morir de inanición.

Los humanos más viejos fueron a ver otra vez a los Enanos para pedirles ayuda. Querían llevar a su gente a la seguridad del subsuelo y querían comida. Los Barbaslargas se enfadaron y les dijeron a los hombres que las cámaras más profundas se habían inundado y que su comida había sido devorada por las ratas. Apenas había suficiente comida y cobijo para ellos y los suyos. Echaron a los humanos de sus salas y cerraron las puertas.

Entre las ruinas de la ciudad de la superficie, cada día era peor que el anterior. Los humanos, desesperados, suplicaron ayuda a los dioses de la oscuridad, susurrando los nombres de olvidados príncipes de los demonios esperando salvarse gracias a ellos. Pero ninguno vino en su ayuda. En cambio, las ratas regresaron, más grandes y feroces que nunca. Sus formas peludas y furtivas infestaban la ciudad: se dieron un festín con los cadáveres de los caidos y aniquilaron a los más débiles. Cada medianoche la campana tañía trece veces, allí en lo alto, y sus tañidos parecían en esos momentos aún más ensordecedores y triunfales, Los humanos vivían como animales acosados en su propia ciudad, mientras que enormes manadas de ratas recorrían las calles en busca de presas.

Al final, los humanos, desesperados, cogieron las armas que tenían y se dirigieron a las puertas de los Enanos, amenazándoles con sacarles de allí, arrastrándoles por la barba si no abrían las puertas. Nadie respondió en el interior. Los hombres cogieron unas vigas y derribaron las puertas. Acto seguido, se encontraron con que los túneles estaban vacíos y totalmente a oscuras. Los pocos supervivientes de la que una vez fue una orgullosa ciudad descendieron a los dominios de los Enanos. En la ancestral sala de los Reyes Enanos solo descubrieron huesos mordisqueados de los enanos y ropas despedazadas. Entonces, los humanos vieron a la mortecina luz de sus antorchas, a miles de pupilas clavadas sobre ellos que brillaban como estrellas en la medianoche. Luego, las ratas se abalanzaron sobre ellos.

Los hombres resistieron espalda contra espalda vendiendo caras sus vidas, pero sus armas resultaba inútiles contra la implacable ferocidad y el incalculable número de atacantes que componían la horda de alimañas. La marea de monstruosas ratas cayó sobre los hombres, arrastrándolos y devorándolos uno a uno: las ratas hundieron sus amarillentos colmillos en la blanda carne de sus víctimas y, finalmente, la masa de pellejos oscuros acabó ahogando con sus agudos chillidos los patéticos gritos de implorando ayuda de sus víctimas."

Traducido de la narración tileana "La Muerte de Kavzar también conocida como "La Maldición de los Trece"

Andreas Cameras

Profesor Emérito de Historia Imperial, Academia real de Altdorf

Fuente

  • Libro de Ejército Skavens 6ª edición
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