Wiki La Biblioteca del Viejo Mundo
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Karl Franz en su grifo Empire

"Sólo os prometo tres cosas en esta nueva defensa del Paso del Fuego Negro: ¡Sangre, sudor y pólvora!"

Arenga de Karl Franz a sus tropas en la Tercera Batalla del Paso del Fuego Negro

Karl Franz es el actual Emperador del Imperio y es ampliamente considerado como el más grande estratega y diplomático del Viejo Mundo. Fue elegido por los Condes Electores y coronado en el año imperial 2502 y aún sigue en el cargo, querido por sus súbditos y aliados y temido por sus enemigos.

Reinado

El Emperador actual es Karl Franz von Holswig-Schliestein, Príncipe de Altdorf y Conde Elector de Reikland. Se dice que el Emperador Karl Franz es el mejor estadista que haya habido jamás en el Viejo Mundo. Se le aclama como mecenas de las artes y de la ciencia, como innovador militar y como un valiente guerrero. Gracias a sus esfuerzos, el Imperio ha florecido durante su reinado como nunca antes. La Escuela Imperial de Ingenieros ha crecido, al igual que los Colegios de la Magia, y el ejército ha marchado de victoria en victoria. El Emperador se pone al mando del ejército siempre que le es posible. De esta forma, ha escrito una historia llena de victorias y conquistas.

Emperador Karl Franz

El Emperador acude a la batalla armado con Ghal Maraz, el afamado martillo que Kurgan Barbahierro, el Gran Rey de los Enanos, regalara a Sigmar Heldenhammer hace más de dos mil años, y como dicho dios guerrero de antaño destroza a los enemigos del Imperio con cada golpe. Se trata de una de las armas mágicas más poderosas que forjaran los Enanos de antaño, cuando su poder se encontraba en el punto más álgido. La armadura del Emperador fue forjada especialmente para él por Herreros Rúnicos Enanos e incorpora parte de la armadura que llevó Magnus el Piadoso en la Batalla de Kislev. Está hecha de gromril negro y ricamente adornada con runas y símbolos de poder. El Emperador también lleva una gema encantada, el Sello de Plata, que cuelga de una cadena que pende de su cuello. Este sello le protege de los golpes dañinos, e incluso de los hechizos lanzados contra él.

A menudo, el Emperador Karl Franz suele ir a la batalla a lomos de Garra de Muerte, el grifo que ha cuidado desde que fuera un polluelo y que cuenta con la reputación de ser el más poderoso espécimen de esta raza que jamás haya existido.

Campañas

Karl Franz arte conceptual Warhammer Total War por Artur Sadlos - copia

Desde su elección, el Emperador tiene a sus espaldas un magnífico historial de de victorias y ha realizado numerosísimas conquistas. Al poco de su coronación, sus consejeros anticiparon una invasión de Guerreros del Caos desde el norte. Karl Franz condujo a los ejércitos imperiales al interior de las Tierras Sombrías en un intento deliberado de desestabilizar a las tribus que allí se reunían. Aunque muchos batallones de soldados imperiales murieron en las batallas posteriores que tuvieron lugar en la tundra, bloquearon la invasión del Caos antes de que llegase a comenzar.

Fue Karl Franz quien lideró la carga de la Reiksguard que acabó con los caballeros bretonianos en la Batalla de Norduin. En la Batalla del Campo Ensangrentado, fue el valor del Emperador lo que consiguió que las líneas de batalla imperiales se mantuvieran firmes contra las brutales cargas de los Orcos del ¡Waaagh! de Malumorao. Durante el combate contra la hueste del Caos de Morkhal-hai el Salvaje, el Emperador lideró a su unidad de Grandes Espaderos hasta el corazón del ejército invasor, donde aplastó la cabeza del líder enemigo con un único golpe de Ghal Maraz. No hay dudas de que Karl Franz es uno de los mejores generales de su época, siempre firme en la vanguardia de las batallas contra aquellos que desearían ver su reino desgarrado. La responsabilidad que pesa sobre sus hombros es muy grande, y él no la elude en absoluto.

Durante la Batalla del Fiordo de Nordland, cuando una asta flota de navíos lobo de los norses invadió el Imperio por el Mar de las Garras, pareció que Karl Franz abandonaba a los ejércitos de Nordland a las depredaciones de los invasores adoradores del Caos, que entraban por las aguas poco profundas hasta tierra firme. Unas pocas horas más tarde regresó, tras rescatar a la Zarina Katarin de Kislev de la hueste de Bárbaros que había emboscado su carruaje real a unas cuantas leguas de distancia. Montada detrás de Karl Franz en la silla de su grifo de guerra, la Reina de Hielo tejió un gran encantamiento que congeló toda la bahía, evitando que llegasen más invasores y permitiendo que le Imperio se enfrentase a las partidas de guerra norses una a una.

Cuando el castillo Vorghaus fue asediado por las masivas tribus de Goblins que infestaban los bosques, la guarnición imperial que estaba allí apostada se carcajeó de los tristes intentos por parte de los pieles verdes de abrir una brecha en sus muros. Su risa se acalló cuando seis arañas gigantescas salieron del bosque, renqueantes máquinas de guerra con un montón de caudillos Goblin encaramados a sus lomos. Las arañas gigantes atraparon a las veteranas tropas que fueron enviadas para interceptarlas con enormes pedazos de telaraña y treparon por los elevados muros del castillo con facilidad. Justo cuando todo parecía perdido, Karl Franz descendió en picado desde el cielo montado en Garra de Muerte, y por tierra, una escolta de caballeros montados en semigrifos. Estas aves descomunales hicieron pedazos a las monstruosidades arácnidas con picos y garras, y las tribus Goblin no tardaron en huir.

Karl Franz Garra de Muerte por Adrian Smith

Cuando los Elfos de Ulthuan llevaron noticias de una flota de Elfos Oscuros que se dirigía a la costa de Nordland, Karl Franz estaba preparado para recibirlos en las playas, y con la ayuda de sus aliados Altos Elfos en la Batalla de Redfjord, las tropas del Imperio lucharon con tanta ferocidad que ni un solo Elfo Oscuro logró llegar a tierra firme.

Karl Franz también se ha consagrado como un inigualable hombre de estado. Cuando una frenética horda de Minotauros entró por los tramos occidentales de Wisseland, arrasándolo todo a su paso en dirección al reino silvano de Athel Loren, los Elfos Silvanos desviaron el curso del río Weiss para que los monstruos sedientos de sangre se vieran obligados a regresar al Imperio. Karl Franz entró en los bosques encantados para tratar con la corte de Elfos Silvanos, y tal fue la pasión y la convicción de su discurso que el propio Rey de los Bosques aceptó luchar al lado de Karl Franz contra la tribu incursora. Juntos, los dos ejércitos ganaron una oportuna victoria contra las bestias.

Karl Franz incluso logró aprovechar la locura del Conde Marius Leitdorf, tristemente famoso por declarar la guerra a los bosques, enjambre de abejas y hombres pez medio imaginarios. Bajo las indicaciones de Karl Franz, Leitdorf demostró ser un guerrero valiente aunque impredecible, antes de encontrar la muerte en las garras de un corpulento caudillo Orco. Karl Franz vengó al Conde con un golpe de Ghal Maraz, asegurando más tarde que él no era más que un recipiente de la ira de Sigmar.

Se ha debatido mucho hasta qué punto Karl Franz se expresó metafóricamente.

La alianza renovada con los Enanos: Cuando el Rey Enano Belegar de Zhufbar fue envenenado con piedra bruja, la moral de sus guerreros se resintió terriblemente, y los Skaven que atacaban los niveles inferiores de la fortaleza lograron romper por fin el cerco. Las noticias sobre la situación apremiante viajaron desde la Asamblea al Imperio, sobre todo gracias al corredor Halfling Stocky Borrowblade.

Karl Franz guió personalmente a su Reiksguard a través de las traicioneras alcantarillas del Camino Subterráneo hasta la feroz batalla bajo Zhufbar. las tropas imperiales lucharon contra la retaguardia Skaven en la Batalla de las Columnas Rotas, y los Enanos aprovecharon la oportunidad para contraatacar, rechazando a los invasores centímetro a centímetro. Desde aquella famosa batalla, la alianza entre enanos y hombres ha sido más fuerte que nunca.

El Fin de los Tiempos

Fin trans
El trasfondo de esta sección o artículo se basa en la campaña de El Fin de los Tiempos, que ha sustituido la línea argumental de La Tormenta del Caos.
Karl franz

Pocos se dan cuenta lo frágiles que son los lazos que mantienen unido al Imperio de su disolución. Incluso en la corte imperial el tema es tabú. Los cartógrafos están obligados a guardar secreto, los sacerdotes obedecen a un código de sombrío silencio sobre el asunto, y los Condes Electores mantienen la terrible verdad a raya con la armadura de la arrogancia. Aún así, el hecho permanece: los pueblos y ciudades del Imperio no son más que islas en un mar de bosques encantados. En caso de que las fuerzas de la oscuridad se levantaran como uno sólo, el mundo de los hombres sería destruido por completo. Es sólo el gobierno de hierro de los Emperadores Grifo lo que mantiene a la nación entera: a causa de esta línea de gobernadores, las provincias permanecen unidas. Durante generaciones la línea de Karl Franz ha sido el eje central que mantenía todo el Imperio junto. Pero ahora el último de ellos, el gran e incomparable Karl Franz, ha desaparecido.

Durante los tumultuosos acontecimientos que tuvieron lugar en todo el otoño y el invierno de 2524, el emperador Karl Franz llevó la mayor parte de sus batallones para reforzar las defensas del Imperio al este de Talabecland. A la sombra del brillante Bastión Áurico de Balthasar Gelt, los regimientos disciplinados de Karl Franz dieron todo en la batalla contra las hordas de bárbaros adoradores del Caos, muertos vivientes y viles demonios. Luthor Huss, el profeta de Sigmar, comandó a las huestes de coreadores flagelantes contra el más terrible de los enemigos junto con su protegido Valten, un guerrero-herrero que muchos creían que era el propio Heldenhammer renacido. A medida que el emperador purgaba los cielos de demonios alados en la parte posterior de su poderoso grifo, Garra de Muerte, sus ayudantes de confianza y campeones Kurt Helborg y Ludwig Schwarzhelm lideraron las fuerzas de tierra en el contraataque contra las hordas Norscas. Los Grandes Maestros enviaron columna tras columna de Órdenes de Caballería a la carga a la batalla, con cada cuña blindada matando cinco veces su número, y el propio Karl Franz liderando a la Reiksguard en la carga más gloriosa de todas. La tierra fangosa se tornó roja con la sangre de los caídos hombres del norte, y por un tiempo, parecía como si el Emperador alcanzaría la victoria.

Entonces golpeó la tragedia. Mientras dirigía a sus ejércitos desde lo alto, Karl Franz se trabó en un duelo aéreo contra el espadachín vampiro Walach Harkon, con el acorazado Dragón Sangriento volando hacia él encima de una monstruosidad sin nombre de carne muerta y las alas hechas jirones. Tal vez el resultado del duelo habría sido diferente si Karl Franz todavía hubiera blandido el Ghal Maraz, ya que el martillo de Sigmar había dado muerte incluso al propio Nagash en el pasado del Imperio. Sin embargo, el emperador había encomendado el poderoso artefacto a Valten con la esperanza de cimentar la reputación del joven como el renacido Heldenhammer. Aunque el Emperador se había entrenado en el manejo de la espada desde que tenía edad suficiente para caminar, y aunque blandía una poderosa reliquia en forma de uno de los legendarios Colmillos Rúnicos, sus habilidades palidecían en comparación con las del señor no muerto. El vampiro atravesó a Karl Franz con su propia hoja encantada, hiriendo profundamente a Garra de Muerte en el proceso, y enviando tanto al Emperador como a su montura cayendo a tierra detrás de las líneas del frente de los invasores del norte.

Milagrosamente, Karl Franz sobrevivió a su terrible experiencia. La intervención de Garra de Muerte salvó su vida, y no por primera vez - la leal bestia se dislocó un ala al mitigar el golpe de Karl Franz contra el suelo duro como el hielo. En cuestión de segundos Karl Franz fue atacado por una masa de Mastines Norscas, y aunque tenía varios huesos rotos y sangraba abundantemente de una herida en el pecho, se lanzó a la batalla una vez más. El Colmillo Rúnico brilló y apuñaló, con sangre volando por todos los lados mientras Karl Franz hacia huir a sus perseguidores con un rugido. Garra de Muerte volvió en sí, y los dos compañeros heridos se cobijaron al abrigo de un bosquecillo cercano. Lucharon contra Guerreros del Caos y trolls, engendros del caos y horrores mutantes. Finalmente consiguieron escapar en medio de la confusión de la batalla, despareciendo en el bosque con el amparo de la oscuridad.

La mente de Karl Franz ardía con frustración ante la idea de que sus tropas estuvieran a millas de distancia, abandonadas luchando en su ausencia. En lugar de darles esperanza, había dejado a sus hombres royendo con la sospecha de que su señor había muerto en la batalla. Era un pensamiento inquietante, sin embargo, Karl Franz no tenía opción. Deslizándose por el bosque, Karl Franz esquivó las partidas de guerra de los ejércitos enemigos que trataban de encontrarlo, lenta pero inexorablemente se dirigió en dirección oeste hacia la sede de su gobierno una vez más. Sin saber de su destino, pero con la esperanza de que sus ejércitos estaban a salvo bajo la dirección de Huss, Schwarzhelm y Valten, el Emperador comenzó su doloroso y laborioso viaje hacia Altdorf con Garra de Muerte cojeando a su lado. Sabía que el tiempo estaba en su contra, ya que si se corría la voz de que había caído, el Imperio no tardaría en caer bajo la división de los Condes Electores que siempre habían tratado de gobernarlo.

Karl Franz no estaba solo en esta sospecha. El Mariscal de la Reiksguard, Kurt Helborg, un hombre cuyo ingenio era tan agudo como su espada, sabía que con la desaparición de Karl Franz - o peor - el Imperio estaba al borde del abismo. Requisando la montura Pegaso de su oficial subordinado Janosch Feldtstiel, el Mariscal de la Reiksguard hizo un sacrificio supremo para un hombre de su formación militar. Hizo un juramento para ver el Imperio victorioso sin importar el coste, dejó a los ejércitos del Imperio al mando de su archi-rival Schwarzhelm y se elevó hacia los cielos hacia Altdorf. Sin embargo Helborg era un hombre de batalla, no de habilidad política, y sus habilidades en la corte habían probado ser crudas como un garrote en comparación con el diplomático tira y afloja con el que Karl Franz era tan hábil.

A pesar de no darse cuenta, el paso del Emperador a través del Gran Bosque lo llevó en un curso más o menos paralelo al de sus ejércitos, cuando regresaban a Altdorf. La guerra por el Imperio oriental había llegado a un fin exitoso, aunque la carnicería resultante había sido elevada. Tanto Ludwig Schwarzhelm y Kurt Helborg enviaron partidas de rescate a buscar al Emperador, con equipos de cazadores experimentados y arqueros haciendo frente a emboscadas mientras buscaban en las carreteras y caminos forestales.

La mayor parte de un año había transcurrido cuando Karl Franz fue encontrado - no por cualquier agente normal de la corona, sino por el Patriarca Supremo, elegido después de la caída en desgracia del traidor de Gelt. Gregor Martak, un Hechicero Ámbar de sobrenatural habilidad, finalmente oyó hablar de un hombre y un gran bestia herida con cabeza de águila y cuerpo de león que viajaban a través del Imperio. Martak se apresuró a interceptarlos, y efectivamente encontró a Karl Franz cojeando gravemente hacia la capital del Imperio. Martak sanó a Garra de Muerte e hizo lo posible para atender las heridas del Emperador. Los dos héroes volvieron a Altdorf, y no demasiado pronto, ya que las fuerzas del Caos no habían estado ociosas, y las fauces de una trampa inmensa se estaban cerrando rápidamente. Fue el oportuno regreso de Karl Franz lo que salvó a la ciudad del borde de la extinción. En su corazón, sin embargo, el Emperador cree que no fue él quien salvó al Imperio, sino más bien una fuerza mágica divina que actuaba a través de él - una fuerza que lo impulsa todavía...

ORIGINAL:

Few realise just how fragile are the bonds that keep the Empire from dissolution. Even in the Imperial court the subject is taboo. Cartographers are sworn to secrecy, priests obey a code of grim silence on the matter, and Elector Counts keep the terrifying truth at bay with the armour of arrogance. Still the fact remains: the towns and cities of the Empire are but islands in a sea of haunted forest. Should the forces of darkness rise up as one, the world of men would be destroyed utterly. It is only the iron rule of the Griffon Emperors that keeps the nation whole: because of this line of elder statesmen, the provinces stand united. For generations the line of Karl Franz has been the lynchpin that held the entire Empire together. But now the latest of their number, the great and incomparable Karl Franz, is missing.

During the tumultuous events that unfolded across the autumn and winter of 2524, Emperor Karl Franz led the greater portion of his battalions to bolster the Empire’s defences east of Talabecland. In the shadow of Balthasar Gelt's shimmering Auric Bastion, Karl Franz’s disciplined regiments gave their all in battle against hordes of Chaos-worshipping barbarians, sinister undead and foul daemons. Luthor Huss, the Prophet of Sigmar, commanded hosts of chanting flagellants against the most terrifying of foes alongside his protege Valten, a warrior-smith who many believed was the Heldenhammer reborn. As the Emperor scoured the skies of winged fiends from the back of his mighty griffon, Deathclaw, his trusted aides and champions Kurt Helborg and Ludwig Schwarzhelm led the ground forces in counter-attack against the Norscan hordes. Grand Masters sent column after column of Knightly Orders storming into the fray, each armoured wedge killing five times its number, and Karl Franz himself leading the Reiksguard in the most glorious charge of all. The muddy earth grew red with the blood of fallen northmen, and for a time, it looked as if the Emperor would seize victory.

Then tragedy struck. Whilst marshalling his armies from on high, Karl Franz became engaged in an aerial duel against the vampire swordsman Walach Harkon, the armoured Blood Dragon soaring towards him atop a nameless monstrosity of dead flesh and tattered wings. Perhaps the outcome of the duel would have been different had Karl Franz still wielded Ghal Maraz, for the hammer of Sigmar had felled even Nagash himself in the Empire’s past. Yet the Emperor had entrusted the mighty artefact to Valten in the hope of cementing the young man’s reputation as the Heldenhammer reborn. Though the Emperor had trained in swordsmanship since he was old enough to walk, and though he wielded a powerful relic in the form of one of the legendary runefangs, his skills paled when compared to those of the undead lord. The vampire ran Karl Franz through with his own enchanted blade, sorely injuring Deathclaw in the process, and sent Emperor and steed alike plummeting to earth behind the front lines of the northern invaders.

Miraculously, Karl Franz survived his ordeal. Deathclaw’s intervention saved his life, and not for the first time -the loyal beast dislocated a wing in softening Karl Franz’s plummet towards the ice-hard ground. Within seconds Karl Franz was set upon by a mass of Norscan warhounds, and though he had several broken bones and was bleeding freely from a chest wound, he plunged into battle once more. The runefang flashed and stabbed, sprays of blood flying as Karl Franz drove off his persecutors with a roar. Deathclaw came to his senses, and the two wounded companions limped to the shelter of a nearby copse. They fought on against Chaos warriors and trolls, Chaos spawn and mutant horrors. Eventually they secured their escape amidst the confusion of battle, using the cover of darkness to disappear into the woods.

Karl Franz’s mind burned with frustration at the thought that his troops were miles distant, left to fight on in his absence. Instead of giving them hope, he had left his men with the gnawing suspicion that their liege had died in battle. It was a distressing thought, yet Karl Franz had no option. Ghosting through the woods, Karl Franz cut down the warbands of the enemy armies that sought to find him, slowly but inexorably heading west towards the seat of his government once more. Unknowing of their fate, but hoping that his armies were safe under the leadership of Huss, Schwarzhelm and Valten, the Emperor began his painful and laborious journey towards Altdorf with Deathclaw limping at his side. He knew that time was against him, for if word spread that he had fallen, the Empire would soon founder under the division of the Elector Counts that had always sought to govern it.

Karl Franz was not alone in this suspicion. The Reiksmarshal Kurt Helborg, a man whose wit was as sharp as his sword, knew that with Karl Franz missing - or worse -the Empire stood on the brink. Requisitioning the pegasus steed of his subordinate officer Janosch Feldtstiel, the Reiksmarshal made a supreme sacrifice for a man of his military upbringing. Swearing an oath to see the Empire victorious no matter the cost, he left the armies of the Empire to the command of his arch- rival Schwarzhelm and soared away through the skies towards Altdorf. Yet Helborg was a man of battle, not of statesmanship, and his skills at court were to prove cudgel-crude compared to the diplomatic cut and thrust at which Karl Franz was so skilled.

Though he did not realise it, the Emperor’s passage through the Great Forest took him on a roughly parallel course to that of his armies as they returned to Altdorf. The war for the eastern Empire had ground to a successful conclusion, though the resultant butcher’s bill had been high indeed. Both Ludwig Schwarzhelm and Kurt Helborg sent out rescue parties to seek the Emperor, teams of experienced huntsmen and archers braving ambush as they searched the roads and wood-paths.

The best part of a year had elapsed by the time Karl Franz was found - not by any normal agent of the crown, but by the Supreme Patriarch elected in the wake of the traitor Gelt’s disgrace. Gregor Martak, an Amber wizard of superlative skill, eventually heard tell of a man and a great wounded beast with the head of an eagle and the body of a lion travelling the length of the Empire. Martak made haste to intercept them, and sure enough he found Karl Franz grimly limping towards the Empire’s capital. Martak healed Deathclaw and did his best to tend the Emperor’s wounds. The two heroes returned to Altdorf, and not a moment too soon, for the forces of Chaos had not been idle, and the jaws of an immense trap were closing fast. It was Karl Franz’s timely return that saw the city saved from the brink of extinction. In his heart, however, the Emperor believes it was not he who saved the Empire, but rather a divine magical force that acted through him -a force that empowers him still…


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Miembro a cargo: snorri Fecha de inicio: 11-04-16 Estado: Esperando revisión


Batallas del Fin de los Tiempos

La Batalla de Heffengen

Emperador Karl franz batalla Heffengen

El Emperador podría haber dejado el mando de la Batalla de Heffengen en manos de otro comandante, pero decidió desde el primer momento que era responsabilidad suya. Demasiados entre el populacho miraban ya a Valten en busca de liderazgo, y no a la Casa de Luitpold. Karl Franz sabía que una situación así era una amenaza constante de división en un momento en que el Imperio necesitaba unidad más que nunca, y no había mejor manera de reafirmar su autoridad que obtener un triunfo militar.

Dioses y Monstruos

Durante los largos meses desde su caída en Heffengen, Karl Franz había caminado a lo largo de su reino. Con el tiempo había sido localizado por Gregor Martak, quien le habló de los amplios peligros que afectaban a su reino. La lenta ira de Karl Franz se encendió pasando a ser una llama ardiente cuando vio lo que había sido de Altdorf, y resolvió matar a los arquitectos de este desgobierno a cualquier precio.

Batalla de las Ruinas de Bolgen

Karl franz batalla de las ruinas de bolgen

Karl Franz había sido siempre una inspiración para sus tropas, pero nunca tanto como después de su cercana muerte en Altdorf. De hecho, muchos soldados comentaban cómo su emperador era más fuerte y más duro de lo que había sido antes, un guerrero apto para deshacer la devastación causada por el Caos. Muchas de las fábulas decían que un Campeón de la Luz se alzaría cada vez que las hordas se derramaran desde el norte, y muchos creían que Karl Franz era ese campeón. Ninguno sabía que el recién descubierto poder de su Emperador provenía del Viento del Azyr, liberado después de la destrucción del Gran Vórtice. Sólo veían a un heredero de Sigmar, blandiendo el poder celestial que le correspondía por derecho de nacimiento a Heldenhammer.

Batalla de la Cacería de Sangre

En aquellos días oscuros, el Emperador solo creía en la posibilidad de una victoria duradera. Era lo que lo impulsaba a través de los argumentos del consejo, y los presagios cada vez más desesperados para los días venideros. El Emperador creía que podía contar con Tyrion para hacer lo correcto, porque habían recorrido caminos similares hacia Athel Loren. Sin embargo, siempre estaba atento con los demás. En particular, el Emperador temía que los elfos no estuvieran dispuestos a hacer los sacrificios que pudieran exigirse de ellos, y que en el momento en que los hicieran, fuese demasiado tarde.

El Fin de Todas las Cosas

Karl franz batalla del fin de todas las cosas

Ninguno entró en las entrañas de Middenheim más impulsado que Sigmar. Después de que Tzeentch lo hubiera atrapado en el Viento de los Cielos, había permanecido en el Gran Vórtice durante miles de años, incapaz de prestar ayuda al Imperio que había fundado, o de empuñar a Ghal Maraz para defender a aquellos que lo habían adorado como un dios. Ese fracaso, aunque no era realmente suyo, pesaba sobre los hombros de Sigmar, y alimentaba su determinación de que su segunda confrontación con Archaón terminaría de manera diferente a la primera.

  • Batalla del Fin de Todas las Cosas

Estandartes del Emperador

Karl Franz tiene numerosos títulos e incluso más estandartes. Estos representan la heráldica de sus cargos, grandes acontecimientos de su vida o símbolos personales.

Familia del Emperador

El Emperador Karl Franz es una figura muy bien conocida, pero su familia es prácticamente un misterio. Se sabe que está casado y tiene dos hijos; un hijo mayor llamado Luitpold en honor a su abuelo, y una hija menor cuyo nombre se desconoce. También tiene una hermana, pero apenas se sabe nada de ella.

Objetos Mágicos

  • Ghal Maraz.
  • Colmillo Rúnico de Reikland: Como Conde Elector de Reikland, Karl Franz tiene derecho a llevar su Colmillo Rúnico, Diente de Dragón, al combate. Cuando lo hace, suele ser para apoyar alguna impresión política, como indicar que las acciones llevadas a cabo en ese momento las hace en función de gobernador de su provincia y no como representante del Imperio en su conjunto.
  • Sello de Plata.

Relatos relacionados

Miniaturas

Imágenes

Fuentes

  • Ejércitos Warhammer: El Imperio (5ª Edición).
  • Ejércitos Warhammer: El Imperio (7ª Edición).
  • Ejércitos Warhammer: El Imperio (8ª Edición).
  • Reglamento de Warhammer Fantasy (8ª Edición).
  • The End Times I - Nagash.
  • The End Times II - Glottkin.
  • The End Times V - Archaon.
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