Wiki La Biblioteca del Viejo Mundo
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Señor oscuro

Las sombras no paraban de revolverse violentamente alrededor de su cabeza gritándole sin cesar. Intento apartar aquellas apariciones fantasmales con sus propias manos incorpóreas, unas manos en forma de garras ennegrecidas. Aquellas criaturas como sombras siempre estaban allí, intentando provocar su ira. Se volvían borrosas por momentos y no cesaban de cambiar y algo le decía que debería recordar lo que significaba aquellas imágenes. A veces tenía la impresión de haberlo recordado, pero esos momentos se le seguían escapando de las manos una y otra vez y volvía a quedarse solo en la oscuridad con su frustración y su rabia como única compañía.

Unos destellos luminosos le abrasaron todo su ser y provocaron su exasperación y su confusión. Vio una figura grandiosa e imponente, que reflejaba belleza e inspiraba una gran admiración, al mando de una horda interminable de criaturas demoníacas que emitían una algarabía de extraños sonidos. Hacía derramar sangre, la sangre de los mortales, y eso le hacía sentir bien. ¿No se estaría viendo a sí mismo?

Las imágenes y los sonidos volvieron a desvanecerse de su mente y cayeron en el olvido. ¿Por qué se sentía tan furioso? ¿Quién le había hecho aquel mal? ¿Quién era él? "Be'lakor", le susurró alguien, pero aquel nombre no tenía ningún significado para él. Una risotada temblorosa retumbó por todo su ser y volvió a sentir cómo el quemazón de la rabia le atravesaba el cuerpo. Gritó de dolor, tal y como había hecho durante miles de años, pero no logró producir ni un sonido. Aquella risa espantosa volvió a apoderase de él y él retrocedió repugnado sintiendo un odio indiscriminado y falto de un motivo concreto. ¿Qué motivo podía haber allí?

Las Llamas aparecieron y lo rodearon con su baile y él fue a refugiarse en la propia envoltura oscura de su ser. Se vio a sí mismo sentado en un gran trono en lo alto de una montaña. Miles de almas trazaban círculos a su alrededor rogándole misericordia, ya que sis espíritus no podían llegar al plano siguiente por estar atadas al monumental trono mediante cadenas brillantes. Se vio a sí mismo, una figura espléndida y radiante, con todo lo que podía desear al alcance de sus manos.

"Todo esto podía haber sido tuyo...", le susurró una voz en su mente en tono sarcástico, una voz que él sabía que era la suya. Gritó para no tener que oír más aquella voz, pero no podía acallarla. "Todo te habría pertenecido, si tan solo, si tan solo..."

De repente, la vista se le aclaró y su mente volvió a pertenecerle. La oscuridad lo rodeaba, pero tan solo se trataba de la firme negrura de su propio reino, no de las tinieblas de la locura. Un alud de recuerdos recorrieron la mente del ser conocido como Be'lakor, el Heraldo, o como el Señor Oscuro. Junto con los recuerdos llegó de nuevo el odio, pues recordó de nuevo su caída de la cima del poder hacia las simas de la locura, condenado por El Que Cambia las Cosas.

A la vez que su recuperaba consciencia le iba aclarando el pasado, Be'lakor se prometió a sí mismo que nunca jamás volvería a caer en aquella existencia de horripilante locura, aquel desfile eterno de imágenes y sonidos incomprensibles.

"Nunca más". aseveró el Señor Oscuro.

Fuente

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