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Manann
Manann

Detalles
Sede del culto Marienburgo
Líder del culto Matriarca Camille Dauphina
Principales órdenes Orden del Albatros
Principales festividades Mitterfruhl, Mittherbst
Libros sagrados De mares y hombres, Cuentos del albatros, Liber Manann.
Símbolos sagrados Olas y diseños ondeantes, albatros, corona de cinco puntas.

Dios del mar, temido y venerado por marineros y pueblos costeros, Manann es el señor de los mares y las criaturas que los habitan. Controla las mareas y corrientes, y es tan impredecible como el mismo mar. Es tan conocido por su ira como por su alegría.

Vástago de Taal y Rhya, a menudo se le representa como un hombre enorme con cola de pez y con el pecho descubierto, ceñido con una corona de hierro negro con puntas y cubierto de algas marinas. También adopta la forma de un remolino o tromba de agua, o bien un inmenso monstruo marino.

Manann

Aunque adorado en todas las costas del Viejo Mundo, el culto de Manann es más activo en la franja occidental del Imperio, donde las aguas del Mar de las Garras lamen las rocosas orillas o se confunden con los caudalosos ríos que manan del reino. El culto de Manann se centra en asuntos prácticos relacionados con el mar, y sus miembros son muy buscados como navegantes, patrones de barco y marineros capaces, pues se considera que contar con un sacerdote de Manann en una embarcación trae buena suerte.

Al igual que el océano, Manann es una deidad veleidosa y susceptible que puede volverse contra fieles e infieles por igual sin previo aviso. Dada la dependencia del Imperio de su armada y sus importantes vías fluviales, el culto goza de gran respeto y tolerancia; muchos creen que sin él y sin la intercesión de los sacerdotes en beneficio del pueblo llano del Imperio, las aguas del mundo se tragarían la tierra para saciar el apetito de Manann.

Pocos quieren a Manann: temen su ira, y se le venera para aplacar su naturaleza inestable. Sin embargo, los sacerdotes del dios de los mares admiran su fuerza, ferocidad e independencia.

Carácter

Al igual que Taal, su padre, Manann no se preocupa por los mortales, pero a diferencia de Taal, Manann parece regocijarse en su indiferencia. Algunos videntes de Verena lo interpretan como un rasgo de maldad, pero los sacerdotes de Manann rechazan esta noción tachándola de estrecha de miras. Creen que la indiferencia y veleidad de su dios tiene algún propósito final, que sólo puede comprenderse desde una perspectiva divina.

Símbolo

Símbolo de Manann

Manann suele representarse con un diseño abstracto de ondas, símbolo que comparte con varias divinidades marinas menores. Su corona de cinco puntas es también un símbolo común, al igual que el tridente y el albatros estilizado. Sus sacerdotes suelen vestir rúnicas de tonos azul verdoso o gris azulado, surcadas por patrones de olas en azul o blanco.

Área de Culto

Manann es adorado en todo el Viejo Mundo, mayormente por aquellos que dependen del mar: marineros, pueblos de pescadores y demás. Igualmente también se le adora en los puertos de los grandes ríos en los que la navegación marítima puede ser peligrosa. Es costumbre que la gente que está a punto de embarcarse en una travesía marina le ofrezca un pequeño sacrificio con la esperanza de tener un viaje apacible. También es venerado por los piratas de Sartosa y otros lugares, que lo ven como una deidad feroz y belicosa, que ataca con celeridad a aquellos que trasgreden sus dominios acuáticos.

Culto

Aunque no es en modo alguno un dios afectuoso, benevolente ni misericordioso, Manann inspira una ferviente devoción en sus seguidores. En el mejor de los casos se le puede describir como una deidad furibunda y caprichosa a la que hay que apaciguar más que venerar. Esto se refleja en la conducta de sus creyentes, quienes poseen la doble responsabilidad de aplacar a su dios ellos mismos y de oficiar el mismo rito para los demás.

Manann y clerigo

Todo el que pone el pie en un bote, aunque sea un simple trasbordador, ofrece una plegaria a Manann, pues un terrible mal recae sobre quienes olvidan hacerlo. Los sacerdotes de Manann exageran la importancia de este rito, asegurándose de que todos lo consideren indispensable. Suelen pronunciar lúgubres augurios sobre el mar, aterrorizando a los seglares que contribuyen con generosos donativos al culto para apaciguar la cólera de Manann. A veces los sacerdotes de otros cultos murmuran sobre el aumento de poder e influencia del culto de Manann, pues se va entrelazando paulatinamente con el poder comercial y el político (hecho que el culto de Handrich destaca siempre que puede).

Las costas del Imperio están plagadas de santuarios, altares y templos, para que ningún creyente esté demasiado lejos de uno de los lugares sagrados de Manann. Siempre hay un sacerdote o iniciado a cargo de estos santuarios, que predice el clima y lleva a cabo rituales para vaticinar si una travesía marítima será arriesgada o no.

Sin embargo, la mayoría de los sacerdotes pasan el tiempo en barcos y navíos. Sus servicios están muy solicitados, y los propietarios de tales embarcaciones pagan generosamente a cambio de contar con un sacerdote a bordo que les asegure una travesía rápida y sin incidentes. Raras veces se vinculan a una única embarcación; los miembros de los demás cultos censuran esta conducta, pues la ven como un sistema para que sus sacerdotes siempre escaseen, aumentando con ello la demanda y el precio exigido por la “contratación” de sus sacerdotes. Obviamente, el culto niega tal aseveración, sosteniendo que la bendición de Manann no puede monopolizarse ni centrarse en un único puñado de barcos y capitanes.

El culto de Manann desempeña un papel esencial en el transporte y comercio marítimo del Viejo Mundo, y muchos gobernantes con aspiraciones en ultramar han visto frustradas sus ambiciones por no rendirle el respeto pertinente. Los enemigos del culto le acusan de abusar de su posición como custodios de los mares, exigiendo dinero a cambio de acceso al mar y monopolizando el comercio, pero todo el mundo paga los tributos requeridos (pues de lo contrario incurrirían en la cólera de Manann).

El culto es una potencia excepcionalmente influyente en Marienburgo, donde la Matriarca y el templo principal ejercen un poder político considerable. En el Imperio el culto es menos poderoso, dado el menor acceso al comercio marítimo que sustenta esta provincia independiente. Con todo, hay lugares en los que el culto ostenta un gran poder y respetabilidad: Reik arriba, sobre todo entre Altdorf y el mar, donde la gente depende en gran medida del comercio fluvial, y a lo largo de la borrascosa costa septentrional cuyos habitantes arriesgan sus vidas en el Mar de las Garras para obtener su sustento.

A pesar de la caprichosa violencia y la naturaleza tempestuosa de Manann, si se le convence de interceder a favor de los mortales, los efectos son espectaculares. No hace mucho, durante la última Incursión del Caos, las tropas de las Fuerzas Malignas barrieron toda Ostland, arrasando los templos costeros y masacrando a sacerdotes y adoradores por igual. Y entre tanto desastre, se dice que sucedió un milagro: el templo de Manann de Salkalten escapó sorprendentemente intacto a la ira de las sanguinarias hordas, pues Manann envió una formidable tempestad que cubrió la ciudad y obligó al maligno ejército a cambiar su rumbo y adentrarse en el continente. La asombrosa intervención divina llenó el templo de Salkalten de fieles recién convertidos y refugiados del clero.

Creencias

El culto de Manann cree que poner pie en sus dominios equivale a someterse a su voluntad. Sus sacerdotes saben que Manann es caprichoso e impredecible, por lo que deben aplacarle continuamente para que su ánimo no se torne violento (con consecuencias potencialmente funestas).

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Los seguidores de Manann creen que hay mil formas posibles de enfurecer a su dios; es por ello que son sumamente supersticiosos, y su adoración se reduce a un torrente casi continuo de rituales, mandamientos y actos de penitencia aparentemente irrelevantes. Esta conducta se lleva al extremo cuando navegan, pues es entonces cuando sus fieles se hallan completamente a merced del dios de los mares: los feligreses más racionales se someten voluntariamente a doloroso actos de contrición o exigen la sangre de aquellos que cometen los pecados más veniales. Entre las penitencias más comunes se incluyen los azotes con látigos de nueve colas, ser colgado del palo mayor o de la proa de un barco, ser sumergido en el mar o, para las peores infracciones, pasar por la quilla al infractor.

Además de poner un cuidado extremo en no airar al dios de los mares, sus seguidores también le ofrecen plegarias y sacrificios para granjearse su favor. El método más habitual pasa por narrar las muchas hazañas heroicas de Manann, pues se dice que estos relatos de alabanza le complacen y satisfacen su ego. Existen innumerables de estas historias, y muchas de ellas están contenidas en los once volúmenes sagrados conocidos como Cuentos del Albatros.

Manann controla las mareas y corrientes, y es tan impredecible y cambiante como el mar mismo. El hecho de no adorar al dios puede incurrir en su ira y un barco puede ser víctima de una tormenta, encallar en las rocas o destruido en los arrecifes. Uno nunca debe matar a los albatros, ni a los delfines, ya que son los mensajeros de Manann y por lo general ayudan a los necesitados en el mar. Siempre que puede ayuda a quienes están en necesidad de auxilio en el mar, tales como los náufragos. Los días festivos de Manann incluyen la marea viva y marea muerta, y las noches llenas de Mannslieb. Mitterfruhl, consagrado a Mannan, es el equinoccio de primavera y señala el final del invierno.

Pasar por la Quilla

Se trata de un severo castigo o acto de penitencia reservado a quienes cometen los peores pecados a Manann. El pecador o penitente es atado a un cabo que da toda la vuelta al casco de la nave; luego se arroja al mar, y a continuación se jala del cabo para arrastrarlo por la quilla y sacarlo por el lado contrario. Si la ofensa ha sido menor, se echa por uno de los costados del barco y se cobra por el otro, pero si el infractor ha cometido una ofensa grave es arrastrado por la quilla de proa a popa, toda la longitud del barco. En el mejor de los casos, los percebes que cubren el casco de la embarcación hacen jirones la ropa y la piel de la víctima. En el peor, el sujeto se ahoga, se desangra hasta morir o es descuartizado por tiburones hambrientos.

Iniciación

Sacerdote de Manann de Eric Lofgren

Los interesados en convertirse en sacerdotes de Manann casi siempre comienzan ejerciendo de marineros, pescadores o cualquier otro oficio estrechamente relacionado con el agua de una u otra forma. En algunos casos poco habituales, un “marinero de agua dulce” podría sentir la distante pero intensa llamada de Manann y recorrer largas distancias para servirle. Quienes deseen convertirse en sacerdotes deben encontrar a alguno que esté dispuesto a ejercer de mentor y supervisor (normalmente bastante estricto).

Además de aprender los conocimientos, preceptos y voluntad de Manann, el iniciado también debe demostrar sus habilidades como marinero, estibador, navegante o cualquier otra vocación que esté íntimamente relacionada con mares o ríos. En la mayoría de los casos, el acólito “estudia” durante muchos años bajo la atenta mirada de su mentor, desempeñando diversos trabajillos y encargos que no parecen tener nada que ver con el saber de Manann, y acaba pensando que no es más que un sirviente por adeudo. Sin embargo, suele ocurrir que cuando un iniciado alcanza esta conclusión, su mentor le obliga a aplicar sus habilidades para superar alguna adversidad, momento en el que se pone de manifiesto el valor de lo que ha aprendido.

El acto definitivo para demostrar que el iniciado está listo para convertirse en sacerdote consiste en lo siguiente: el mentor ata al acólito al mástil de un barco o al borde de un muelle cuando se avecine una gran tormenta. El aspirante a sacerdote, sujeto de tal modo que no puede hacer otra cosa que mover la cabeza, debe resistir todo el embate de la tempestad y todo el día posterior a la tormenta expuesto al sol (o a la gélida brisa). Durante la tormenta, los iniciados suelen ceñirse coronas de cobre que imitan a la de Manann. Si el dios considera que estos individuos no son dignos de llevar puestas estas coronas, y por extensión de servirle, los fulmina con un brillante y violento fogonazo. Los que sobreviven conocen este ritual como “abrazar el mástil”, llegar a comprender toda la ira, arbitrariedad, crueldad y majestuosidad que entraña Manann.

La ausencia de tal tempestad no disuade a los sacerdotes; para llevar a cabo el ritual en tales circunstancias, atan al candidato a la proa de un barco para que sirva de mascarón de proa. Incluso endurecidos por el riguroso periodo de adiestramiento, muchos acólitos perecen en esta prueba final, y muchos más sobreviven para luego abandonar su senda, dándole la espalda al mar y a su veleidosa divinidad para siempre.

Miembros del Culto

Manann no es un dios afectuoso ni benévolo; ni siquiera es misericordioso. Exige sacrificios, y a cambio contiene su furia y reina en el proceloso mar. Su naturaleza violenta se refleja en sus feligreses, que se humillan constantemente para aplacar a su furibundo dios y mantener a raya su legendario mal genio. Los sacerdotes de Manann actúan como intermediarios, apaciguando a su dios para gozar de aguas calmas, vientos favorables para el comercio y abundantes peces para sus adoradores.

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Los adoradores de Manann suelen ser antiguos marineros, guardias marinas y algún que otro pirata reformado; es extremadamente insólito que no hayan tenido algún tipo de relación con los mares o ríos del Imperio, ya que ésta no es una religión que atraiga a muchas personas. Son gente práctica que alaban, honran y veneran a Manann mientras llevan a cabo sus quehaceres diarios, arreglan aparejos, pescan peces o surcan las aguas que rodean al Imperio. Los seguidores de Manann saben que su dios es tan impredecible como el mismo océano, por lo que a menudo exhiben una actitud fatalista hacia la vida.

Los devotos de Manann suelen vestir ropas comunes mientras rinden culto. Sin embargo, en festividades o momentos de oración visten túnicas verdeazuladas, azules verdosas o gris azuladas, frecuentemente ribeteadas con diseños ondulantes en azul y blanco. Los adornos más comunes son talismanes con olas, albatros o la corona de cinco puntas de Manann. Como corresponde a quienes viven de la mar, los miembros de este culto suelen practicarse numerosos tatuajes y piercings. En concreto, los sumos sacerdotes están prácticamente cubiertos de pies a cabeza en tinta y joyas.

Cuando no están en alta mar, los miembros del culto pasan sus días preparándose para su próxima travesía; casi ninguno se aleja demasiado de las grandes masas de agua, y la mayoría se vuelven irritables y quisquillosos si no pueden oler el salitre del océano ni oír los graznidos de las gaviotas. Muchos desdeñan a quienes no han navegado jamás, pero saben que suelen necesitar de sus servicios para culminar sus travesías sanos y salvos. El sacerdote ideal está perfectamente adaptado a la vida en la mar, mantiene el equilibrio en cubierta sin ningún problema y tiene un estómago a prueba de ron. Es valiente, práctico, conoce perfectamente el lugar que ocupa en el orden establecido y es plenamente consciente de que la cólera de Manann puede explotar en cualquier momento con la fuerza de un huracán.

Estructura

Catedral de Manann por Ralph Horsley

El culto de Manann no tiene nada que se asemeje a una jerarquía formal; todos sus templos funcionan como grupos semiautónomos que se valen por sí mismos. El líder del culto se denomina Matriarca o Patriarca (la actual Matriarca es Camille Dauphina). La Matriarca es la única suma sacerdotisa de Manann, y todos los demás sacerdotes del culto le profesan lealtad directa. La sede del culto se halla en Marienburgo, y todos los demás templos dependen del gran templo de esta ciudad, le pagan una porción anual de los tributos que recaudan y le envían un pequeño porcentaje de iniciados para que reciban formación superior.

La Matriarca dirige el gran templo directamente junto a la Orden del Albatros y varias órdenes menores, pero deja la administración de los demás templos al consenso de los sacerdotes locales. En tiempos de crisis internas o externas, la Matriarca puede adoptar posiciones más firmes respecto al liderazgo de su culto, pero normalmente es poco habitual y los demás miembros del culto se encargan de sus propios asuntos, recaudan diezmos, adiestran a sus iniciados e interpretan los preceptos por si mismos. Sólo se recurre a la Matriarca para zanjar disputas que no pueden resolverse localmente.

Gracias a los impuestos y tributos ofrecidos por marineros y mercaderes, el culto cuenta con una cuantiosa riqueza, aunque no está distribuida equitativamente. Un porcentaje de todos los tributos recaudados va para el gran templo, pero el resto del culto casi no percibe nada de lo recabado en Marienburgo, lo que crea una gran disparidad.

Existen muchas órdenes dentro del culto, y la mayoría son controladas directamente por la Matriarca. La principal de todas estas es la Orden del Albatros, que ha desempeñado un papel muy significativo a la hora de proporcionar influencia a la Matriarca y al gran templo.

Facciones

La principal división interna del culto de Manann es la existente entre el gran templo de Marienburgo y el resto del culto; si bien no se trata de un cisma, poco le falta. Bajo la tutela de la Matriarca, el culto de Marienburgo se ha involucrado mucho en los asuntos comerciales del gran puerto, hasta el punto en que muchos de los miembros del culto consideran que éste se ha convertido en poco más que un gremio mercantil. Esta visión se ve fomentada por la desigualdad económica que afecta al culto, lo que alimenta el resentimiento y la desconfianza. Abundan los rumores sobre un cisma, sobre todo en el norte del Imperio y a lo largo del río Reik, donde la desconfianza hacia Marienburgo es endémica, sin duda espoleada por facciones económicas y políticas ansiosas por destruir el monopolio que ejerce el gran templo sobre el comercio.

Varias facciones menores de Manann le rinden culto bajo otros aspectos que, a diferencia del original, suelen mostrarse como deidades benévolas. La facción de Manalt, Señor del Mar Abundante, es muy popular entre los pescadores de las costas imperiales y las riberas del Reik hasta Carroburgo. Manas, el Dios de las Mareas, es venerado habitualmente por navegantes que le dedican sus oraciones para que les guíe en sus viajes. Uno de los aspectos de Manann característico de las Tierras Desoladas es Olovald, el Espíritu del Delta, cuyo culto sostiene que Manann es en realidad un aspecto de Olovald (a su vez, el culto de Manann suele tratar con puño de hierro a esta facción). De todas ellas, la de Manhavok es quizá la más extraña, pues se le adora en el centro de Stirland, bastante lejos de cualquier cuerpo de agua.

Amigos y Enemigos

El culto carece de aliados poderosos entre los demás cultos divinos, pero tampoco cuenta con enemigos (a excepción del culto de Stromfels, con el que no muestran piedad alguna) y en general está en términos amistosos con los de su padre Taal, Rhya y Ulric, hermano de su padre. Mientras los sacerdotes de las demás religiones muestren el debido respeto por el mar (y los correspondientes tributos al templo, claro está), Manann no tendrá nada contra ellos.

Stromfels

Marienburg religion2

El Dios Tiburón, Dios de los Peligros de los Mares, es el enemigo jurado de Manann y sus seguidores. Mientras que Manann es a menudo una divinidad caprichosa y poco compasiva, Stromfels se muestra mucho más malévola y disfruta arrebatando las vidas de quienes navegan por el mar. El culto a Stromfels está prohibido en todo el Imperio y las Tierras Desoladas, y ejercerlo se castiga con la muerte.

La naturaleza de Stromfels es tema de debate entre los teólogos; algunos sostienen que se trata de un dios nórdico primigenio, mientras que otros lo ven como un aspecto del Dios de la Sangre. Varios eruditos plantean (aunque nunca en presencia de un seguidor de Manann, claro está) que ambos dioses son el mismo, y que Stromfels no es más que un aspecto arcaico de Manann. Los sacerdotes de Manann discrepan ferozmente.

Sin embargo, los seguidores de Stromfels ven las cosas de forma distinta, pues consideran que su dios no es un aspecto ni una facción, sino la verdadera apariencia de Manann: el Destructor, la furiosa cólera del mar desatada. Stromfels es venerado por los incursores del Mar de las Cartas, por provocadores de naufragios en las regiones costeras y fluviales del Imperio, y por piratas de todo el Viejo Mundo, especialmente en Sartosa (donde se le rinde culto abiertamente).

Órdenes Menores

Entre las diversas órdenes importantes del culto a Manann destacan las cuatro siguientes.

Templos

La mayoría de los templos de Manann se encuentran diseminados a lo largo de la costa del Viejo Mundo, desde Tilea hasta el litoral de Norsca, pasando por todas las Tierras Desoladas y con diversos santuarios pequeños y desatendidos entre ellos. Se han realizado varios intentos furtivos por establecer un templo permanente en la costa de Albión, pero hasta ahora todos ellos se han visto frustrados por una serie de desastres inexplicables, por lo que el culto ha renunciado a su empeño. Los planes similares para expandirse hacia el norte han tenido idénticos resultados.

Templo de Manann

Los templos de Manann presentan una gran diversidad de aspectos, son o bien construcciones grandiosas (como el templo de Marienburgo), o edificios modestos de diseño práctico (de cara a resistir las inevitables tempestades costeras) aunque todos tienen ciertos elementos comunes. A simple vista, la mayoría de los templos parecen simples almacenes ornamentados u otros edificios propios de un puerto, aunque el omnipresente símbolo de las olas y demás adornos en honor a la vida marina indican sin lugar a dudas que el edificio es en realidad un templo de Manann. Cada uno de ellos contiene al menos una estatua de gran tamaño de Manann, y la mayoría disponen de salas amplias y espaciosas en las que se congregan los feligreses. Pero aparte de esto, los templos pueden tener cualquier forma y tamaño, desde chozas construidas sobre embarcaderos hasta majestuosos edificios cubiertos de oro, perlas y coral. En los templos más arraigados y prósperos de ciertas comunidades se ha sustituido la madera envejecida por mármol y otras costosas obras de mampostería. Estos templos se erigen tan cerca del agua como es posible, preferiblemente incluso en pequeñas islas o penínsulas. El templo ideal combina vistas al mar con murallas sólidas para impedir el paso de los insistentes vientos y del salitre.

Muchos templos de Manann están construidos bajo las cubiertas de viejos barcos, algunos de los cuales están amarrados, mientras que otros enormes buques-templo, santuarios flotantes para los fieles, que viajan por el mar, que conforman la cúspide de todo acólito de esta fe. Cuando uno de estos templos móviles atraca, los miembros del culto lo celebran por todo lo alto, pues tales ocasiones se consideran días sagrados por sí mismos.

Su templo más grande se encuentra en Marienburgo, la casa de la Orden de los Albatros, una organización de sacerdotes-navegantes, notándose que es el patrón de la ciudad. Todos los demás templos de Manann le rinden homenaje, sin embargo, la estructura de culto de los fieles de Manann no es jerárquica, y cada templo es semi-independiente. El templo de Manann que hay en Marienburgo está diseñado de forma que el patio abierto se inunda cuando sube la marea; muchos rituales se celebran en este lugar sagrado lleno de agua marina. Otros templos existen en Altdorf y Sartosa. Estos templos suelen estar situados en las costas y los ríos, donde los pescadores, marineros y piratas se reúnen para orar por un tránsito seguro y abundante en los mares.

Todos los templos están habitados (a diferencia de los santuarios, que pueden carecer de personal de mantenimiento). Habida cuenta del difícil acceso que presentan muchos de estos recintos sagrados, la forma de estructura de adoración más habitual son con diferencia los santuarios. La mayoría tienen al menos una estatua, grabado u otra representación artística de Manann. Quienes desean rendir homenaje a la deidad en estos lugares ofrecen sacrificios de peces, monedas y perlas. Los marineros que saben que van a emprender una peligrosa travesía suelen hacerse un corte y verter una pequeña cantidad de su sangre sobre el altar para desviar la atención de Manann mientras se encuentren en alta mar. A consecuencia de esta costumbre, muchos de estos altares están oscurecidos por las manchas de sangre reseca (lo que puede suponer una macabra sorpresa para quienes no estén familiarizados con esta práctica).

El Templo del Coral Rojo

Sectas fanáticas de Manann

Existen tres sectas fanaticas a destacar en el culto de Manann.

El Dique

Los Defensores de la Orilla

Los Nacidos en la Mar

Expresiones de Manann

  • “Está nadando con Manann" -se ha ahogado.
  • “Esta noche se celebrará un festín en honor a Manann” -se aproxima una feroz tempestad.

Preceptos

Manann Marienburgo

Manann es un dios notoriamente voluble, y lo que un día puede aplacarle podría enfurecerle al siguiente. La mayoría de los preceptos que se imponen a los seguidores de Manann son sencillamente versiones formalizadas de las típicas supersticiones de los marineros, que varían de una región a otra, por lo que se pueden dar contradicciones.

  • Obedece a tu capitán.
  • Está prohibido matar a un albatros.
  • Está prohibido matar a un Delfín.
  • No se debe silbar a bordo de un barco ni en un templo.
  • Hay que silbar suavemente mientras se navega, pues de ese modo se garantiza un viento contrario favorable.
  • No te embarques en día trece.
  • No se deben cortar uñas ni cabellos en alta mar; son una ofrenda indigna para Manann.
  • No se debe volver la vista atrás hacia el puerto tras haber zarpado.
  • No se deben arrojar piedras a un barco ni al mar.
  • No se debe pronunciar la palabra “ahogado” mientras se esté en alta mar.
  • Si caes por la borda, da oro a Manann y te salvará la vida.
  • Verter vino sobre la cubierta de un barco da buena suerte, pero si se echa por la borda traerá mala suerte.
  • El primer pez pescado cada día deberá devolverse a la mar como ofrenda a Manann.
  • Un gato a bordo de un barco trae buena suerte.
  • Un gato a bordo de un barco trae mala suerte.
  • Una mujer a bordo de un barco trae mala suerte.
  • Una mujer desnuda a bordo de un barco calma las aguas (por eso los mascarones de proa de muchos navíos tienen forma de mujer desnuda).
  • Colocar una moneda de plata bajo el palo mayor trae buena suerte.
  • Tirar una moneda de plata al mar atrae la muerte.
  • Arrojar una moneda de oro al mar complace a Manann.
  • Colgar una cabra del palo mayor de un barco garantiza una travesía segura.
  • Colgar a un hombre bestia del palo mayor de un barco garantiza una travesía segura.
  • No se debe tolerar el culto al Dios Tiburón.

Curiosidades

El nombre de la deidad probablemente deriva de Manannán mac Lir, deidad marina de la mitología irlandesa, así como mucha de su iconografía y aspecto proviene de Neptuno, deidad romana del mar.

Fuentes

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