Wiki La Biblioteca del Viejo Mundo
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Diablillas

Alrededor de los arqueros el viento ululaba portando unos misteriosos gritos a través de la furiosa tormenta de nivel mientras por el aire se oía extrañas melodías procedentes de todas direcciones, Al ir aumentando de volumen, Kobach dio la orden de detenerse y su puño apretado hizo que los soldados se pararan en sexo en el camino cubierto de hielo.

-¡Formen! -ladró Kobach mientras su aliento se cristalizaba al contacto con en el aire frío. Sus hombres obedecieron con una precisión militar practicado a lo largo de muchas campañas. A pesar del peso de las pieles que usaban para combatir el frío, todos los kislevitas giraron sobre sus talones a la vez para ponerse de cara al bosque que bordeaba el camino. Kobach el boyardo ignoró el viento helado que le azotaba la cara y se dedicó a escuchar los sonidos extrañamente cautivadores que flotaban por el aire de la rugiente tormenta de nieve. Aquellos sonidos reflejaban sus miedos más ocultos y le recordaban a los que había oído en sueños desde que su patrulla se había adentrado en los níveos campos al norte de Praag.

La melodía cantarina aumentó de intensidad hasta alcanzar un crescendo bajo en el que aquellos sonidos sobrenaturales y extraños le ponían a Kobach los nervios de punta y a la vez lo calmaban. El grito de alarma hizo que Kobach girara la cabeza a la izquierda, interrumpiendo su ensimismamiento, y sus ojos percibieron durante un segundo una oscura sombra a través de la nieve. La silueta desapareció ante de que pudiera fijarse bien en lo que era. A su alrededor empezó a oír los murmullos de sus hombres que halaban de los viejos cuentos de diablos femeninos cuyos cantos cautivadores podían hacer perder la razón a cualquier hombre. Varios hombres empezaron a rasgar tiras de tela de las mantas y de los abrigos para taparse los oídos contra el sonido, desesperados por bloquear la canción de las sirenas.

-Tranquilos, chicos -ordenó Kobach a sus hombres ocultando sus propios miedos bajos una voz sosegada para tratar de eliminar la inquietud que se estaba propagando como un reguero de pólvora por las filas.

Mientras la tormenta seguía rugiendo alrededor de los atormentados kislevitas, la inquietud se transformó casi en pánico cuando unas volutas de niebla empezaron a alzarse y a formar espirales a su alrededor. La niebla iba acompañada de un perfume empalagoso y penetrante que agudizaba los sentidos y aumentaba los miedos. La visibilidad, que ya era mala de por sí, empeoró hasta el punto que Kobach dejo de ver el borde del camino, aunque sabía que se encontraba a pocos pasos de él. El olor de la neblina tiraba de la mente y del alma de Kobach, nublando en ocasiones el miedo que sentía o elevándolos hasta cotas prácticamente insoportables. Mientras luchaba contra su propio terror, un guerrero salió corriendo de las filas y su silueta se perdió entre la niebla y la nieve antes de que Kobach pudiera reaccionar. Los chillidos ultraterrenales cesaron instantáneamente justo cuando Kobach perdió de vista a su camarada. Un silencio aterrador se cernió sobre la compañía acurrucada y Kobach se esforzó para escuchar algo, cualquier cosa aparte del frenético latir de su corazón y del aullido de los torrentes de nieve, Entonces, de repente y sin precio aviso, la tormenta cesó por completo, los vientos se apagaron y se produjeron un silencio inquietante.

El silencio se interrumpió en cuando un rugido musical cruzo el aire helado. Kobach escucho a su izquierda gritos de terror y de alarma. Contempló, incapaz de moverse, cómo unas criaturas sinuosas aparecían a través de la niebla moviendo sus estrechas cabezas de lado a lado con rápidos gestos de rapaces sobrenaturales. Sobre ellas cabalgan unas esbeltas figuras femeninas cuya pálida piel contrastaba con los dibujos y colores brillantes de las monturas, Los atacantes se lanzaron hacia delante a la vez que la piel de sus monturas cambiaba de color y fluía con el aceite den el agua. Tras ellas, la sombra increíblemente alta de una criatura esbelta de cuatro brazos atravesó la neblina que se iba dispersando tan deprisa como había aparecido. Mientras los pensamientos se le agolpaban en su aterrorizada mente, Kobach reconoció al Cazador de Almas de las leyendas en las que apenas nadie cría.

Casi todos los kislevitas se retiraron a la vez ante aquel ataque dejando atrás a tan solo un puñado de hombres, que hacían oídos a los gritos de advertencia de sus camaradas. Incapaz de hacer nada por ellos. Kobach contempló cómo los demonios parecidos a pájaros se lanzaban hacia delante como un rayo y sus jinetes propinaban finos tajos que arrancaban los ojos de sus victimas antes de que fueran siquiera capaces de percibir el peligro, Mientras ordenaban preparar los arcos a sus aterrorizados soldados, lo último que vio Korbach de los que se habían quedado atrás fue al Cazador de Almas desmembrando a cada hombre extremidad a extremidad en una elegante danza sangrienta. Al morir el último hombre, las diablillas pasaron a fijarse en los soldados supervivientes y esbozaron sonrisas depredadoras que revelaron unos dientes afilados como agujas, visibles incluso a pesar de la distancia, Se dirigieron hacia los hombres de Kobach mientras el Cazador de Almas se quedaba atrás jugueteando con las entrañas de los muertos. Al verse frente a un objetivo, el adiestramiento de Kobach tomó el control de sus acciones y organizó al resto de sus hombres para dispara una lluvia de flecha. Sin embargo, cuando abrió la boca para dar la orden, un extraño remolino de viento ocultó a su objetivo en una racha de nieve. Cuando esta se dispersó, los demonios habían desaparecido.

De súbito se empezaron a oír gritos procedentes de las filas traseras, donde las diabillas habían atacado a los soldados desprevenidos. Mientras sus hombres se reorganizaban para hacer frente a la amenaza, Kobach intentó entender lo que había ocurrido. A pesar de que su mente racional le decía que aquellas criaturas debían haber rodeado su unidad durante la racha de nieve, la velocidad con la que se movían sus monturas desafiaba la realidad. Tratando de dominar su miedo, se abrió paso hasta donde los demonios estaban descuartizados a sus hombres. Se encontró frente a frente con una diablilla de piel pálida, pero, al levantar el hacha para cortar por la mitad a aquella bella aberración, su mirada se cruzó con la del demonio.

Su mente racional trató de obligar a su cuerpo a entrar en acción mientras seguía contemplando ensimismado la pérfida belleza de la criatura, pero el poder seductor de la diablilla era demasiado fuerte y dominante. Mientras seguía embelesado, la montura arremetió con su lengua increíblemente larga y, al envolverlo con su abrazo reluciente, Kobach despertó de golpe de su ensoñación. Lucho frenéticamente con todas sus fueras y sus desesperados esfuerzos lo hicieron caer al suelo embarrado, con lo que la bestia dejó de agarrarlo. Acometió con su hacha desde el suelo y la afilada hoja seccionó la para de la montura de su adversario. La criatura chilló de dolor y se estremeció violentamente mientras la diablilla mantenía ágilmente el equilibrio sobre la criatura corcoveante.

Kobach aprovechó la oportunidad y, tras ponerse en pie, volvió a blandir el hacha. Esta vez la montura esquivó el golpe más rápido de lo que Kobach se habría imaginado nunca y el hacha tan solo cortó el aire. La diablilla desmontó con un brillo en los ojos. Kobach volvió a sentir el efecto de su terrorífica atracción, pero haciendo un tremendo esfuerzo de voluntad logró resistir a su llamada. Por desgracia, aquellos segundos de duda era todo lo que la diablilla necesitaba. Esta se lanzó hacia delante y le infligió un tajo a Kobach desde la ingle hasta el pecho con un golpe turbadamente elegante que atravesó carne y hueso. Kobach se derrumbó sobre el barro dejando caer el hacha mientras trataba de impedir que sus tripas se esparcieran por el camino. La diablilla esbozo una rápida sonrisa depredadora, relamiéndose los dientes puntiagudos con la lengua para acto seguido lanzarse a por la siguiente victima, Una calidez muy agradable se extendió por todo el cuerpo de Kobach, que seguía tirando en el suelo, y su conciencia se vio inundada por un repentino cansancio. Mientras sus hombres eran masacrados a su alrededor, de pronto el dolor dejo de parecer algo tan malo.

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