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Tropas Ballesteros arqueros

La lluvia otoñal repiqueteaba al caer sobre la columna blindada que se abría camino hacia el norte a través de un estrecho desfiladero entre los Montes Appuccini. Por fin se aproximaban a su objetivo, luchando contra el cansancio acumulado de seis días de marchas forzadas. A la cabeza de la columna, el capitán se quitó el casco y se secó el agua de la cara.

"Me alegraré cuando todo esto haya terminado", comentó su subalterno.

"No te preocupes, Renzo", respondió el capitán Mordini. "Una vez hayamos terminado aquí, iremos a Arabia. He escuchado que allí ha surgido un nuevo profeta".

Renzo meneó la cabeza.

"Justo lo que necesitamos", dijo, "mucho sol y una agradable y sencilla guerra santa".

"Esto no trata de religión, trata de política. Todo trata de política. Fíjate en esto, por ejemplo. Todo empezó con una manzana, un trozo de cuerda y tres novicias del monasterio. Política".

"Y nuestro patrón, el Duque Fabiano, está poniendo mucho interés en esos puntos".

"Sobre todo porque una de las novicias era su hija", respondió Mordini.

Tras atravesar una curva cerrada en el camino, encontraron este bloqueado por una pared sólida de piqueros. De repente, los ballesteros aparecieron a uno y otro lado de los escarpados lados del barranco.

"¡Seguidme!" gritó Mordini. "¡Formación de falange, rápido!" Era evidente que habían caído en una trampa, y una de la que tenían pocas posibilidades de escapar. Profesionales de la guerra, los mercenarios se dispusieron a vender caras sus vidas.

"¡Mordini!", llegó un grito desde las filas opuestas. El capitán mercenario miró a través de la lluvia.

"¡Sardo!", gritó Mordini. "¡Pensé que estábamos en el mismo lado! ¿Has vendido a Lambrusco?"

"No del todo. El duque Fabiano te ha vendido a tí. Toda la guerra con Organza ha sido una pantomima, y tu muerte es una de las condiciones de la alianza. Eres demasiado efectivo para tu propio bien, Mordini. Fabiano empezó a preocuparse de lo que pasaría si decidías volverte contra él".

Mordini se volvió hacia Renzo.

"La política, ¿qué te dije?", soltó mientras escupía con fuerza.

"¡Mordini!" Sardo continuó. "No necesito decirte que no es nada personal, sólo negocios".

"Entendido", respondió Mordini, "pero no esperes que te lo pongamos fácil. Y dile al duque que algún día encontraré la manera de saldar esta cuenta pendiente con él".

Fuentes

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