Trovador abatido (Relato)

A medida que los aventureros se aproximan a Siegfriedhof, observan a una solitaria figura sentada sobre una piedra a dos leguas de la ciudad.

E hombre se percato de como se acercaban los aventureros, pero pareció no importarle Ya más cerca los aventureros observaron que vestía el atuendo de un juglar. "Supongo que vais a robarme...", dijo con una expresión adusta en el rostro. Como ni su maltrecho instrumento ni sus harapos servían de mucho al grupo hizo caso omiso del juglar y siguieron su camino hacia Siegfriedhof.

"¿Entonces no sois ladrones?", les grita. "Pero seguro que también os gustan los ricos." Al decir ricos el grupo se detiene "Eso ha llamado vuestra atención." Salta de la piedra y sonríe por primera vez. "Sé dónde hay un tesoro; un montón de oro y joyas robadas por unos bandidos. Estos mismos bandidos robaron mi laúd, no esta antigualla, sino un instrumento de gran belleza chapado en plata y con inscripciones magnificas. Os llevaré hasta la mazmorra. Vosotros acabáis con las criaturas y os quedáis con el tesoro, pero el laúd es mío".

"¡Reunios conmigo en las afueras de Siegfriedhof cuando estés listos!"

Unas horas más tarde, el grupo se encontró en medio de las ruinas que el bosque hace tiempo que devoro. Los árboles se alzan imponentes sobre los decrépitos muros y las invasivas hiedras han cubierto el resto. El juglar, ahora mucho más contento, señala la entrada a una cueva oculta en el centro de las ruinas.

"Adelante, pues, ahí abajo está. No os preocupéis por los bandidos, ya que las criaturas que acechan en estos pares los han ahuyentado, aunque nada que pueda incomodar a valientes guerreros como vosotros. Recordad, el oro es vuestro, pero el instrumento es mío."

Tras adentrarse en la mazmorra y matar al poderoso enemigo y sus esbirros, como había prometido, y de forma sorprendente, teniendo en cuenta lo estrafalario del guía, en efecto los aventureros encontraron un montón de oro. En un cofre encuentran un laúd de plata que emana una inconfundible aura de encantamiento.

Una vez recogido el tesoro, el grupo regresa a la superficie y encuentran al juglar haciendo equilibrios sobre un muro derrumbado. Vuelve la vista hacia los aventureros con una alegre sonrisa para verlos emerger hacia la penumbra del atardecer.

"¡Volvéis victoriosos! Sabía que así sería. Bien, tenéis el laúd? Dádmelo y os tocare bellas canciones de aquí a Siegfriedhof".

Los aventureros accedieron a entregar el laúd y el juglar acepto cortésmente el instrumento; al fin y al cabo, tenían un trato.

Salto del muro y comenzó a tocar el laúd... y sucedió algo extraño. Todos los miembros del grupo comenzaron a descargar el tesoro y lo colocaron en un montón delante del juglar. Entre la maleza un variopinto grupo de rufianes parece observar y mofarse del extraño comportamiento de los aventureros.

"Veis, chicos, cuando se toca el Laúd de la Persuasión, la música es muy hipnótica", explico el juglar hacia la amenazante hueste. Se volvió hacia los aventureros y dijo, "¿Os puedo presentar a los bandidos de los que os hablé antes? Olvidé mencionar que yo soy el líder de este alegre grupo", sonrió socarronamente, mientras bailaba entorno de los hechizados aventureros.

Tras eso el juglar partió con las riquezas de los aventureros.

Fuente

• Warhammer Quest.