Esta enfermedad provoca el brote de numerosas verrugas en las plantas de los pies de la víctima. Al cabo de un día empiezan a reventar, chorreando un apestoso fluido marrón. Aplicar presión en las verrugas produce un intenso dolor, y la materia del pie resulta gradualmente consumida por ellas. La gente que no tiene pies parece ser completamente inmune a este mal. La cura para esta enfermedad son los cuerpos macerados de veinte ciempiés de pantano, aplicados en forma de pasta. Cortarle los pies a la víctima también funciona.
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