Wiki La Biblioteca del Viejo Mundo
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Emblema Warhammer Total War Waldenhof

Emblema Waldenhof

Waldenhof es, según las pautas locales, una ciudad grande y próspera, aunque para el resto no es más que un asentamiento amurallado que descansa en el punto donde los ríos se unen para formar el Stir. La ciudad es la capital maldita de Sylvania. Pese a ello, la sede del gobierno de la provincia se halla en el Castillo Drakenhof que Mannfred está intentando restaurar.

Descripción[]

La urbe está casi en ruinas, aunque la destrucción no es reciente sino que la mayoría de los edificios se habían derrumbado hacía décadas. La pequeña ciudad parece haber sido construida para una población de cinco mil personas, y entonces alberga una décima parte de ese número. Incluso en el centro, en la principal vía pública que lleva al castillo Waldenschlosse, sólo una de cada tres casas parece estar ocupada, y éstas dan la impresión de estar medio derruidas.

Construido con oscuras piedras hace mucho tiempo, las gárgolas que vigilan desde casi todas las esquinas de sus tejados en punta contribuyen a empeorar el aspecto de tenebrosidad perpetua del pueblo. Tal y como señaló un viajero una vez: "parece salido de las pesadillas de los niños". Aunque tiene un muelle al fondo del precipicio desde el que se cierne ominoso, casi ningún bote llega hasta aquí, a pesar de la perspectiva de comerciar con los enanos de los montes que hay río arriba.

Castillo Sylvania Amos de la Noche

Por encima de la ciudad se encuentra el castillo Waldenschlosse, que domina el paisaje de kilómetros a la redonda. La fortaleza, de aspecto predador, se aferra a la cúspide de la colina sobre la que se alza como un halcón posado sobre ella. El lugar tiene aspecto sólido, con gruesas murallas y las torretas del patio interior parecen construidas para resistir un asedio, y sin embargo hay algo más que sugería otras cosas, relacionado con la muerte, la tortura y la crueldad. Muchos comentan que la visión de su negra silueta augura mala suerte, ya que el conde von Carstein continúa su cruel reinado desde allí.

Mientras Mannfred está fuera, los administradores de Waldenhof gozan de total libertad para gobernar. Pasan las noches yendo de juerga y alimentándose a placer, y han declarado un toque de queda inverso que obliga a todas las tabernas a permanecer abiertas durante la noche. Alimentarse de los empleados de estos locales se considera impropio, pero todos los parroquianos son blancos legítimos y los cazan por las calles por pura diversión. Los habitantes de Waldenhof cierran y atrancan sus puertas al caer la noche, y jamás las abren por mucho que les supliquen las víctimas.

Fuentes[]

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