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Taal y Rhya apenas tienen templarios que acudan al campo de batalla en hileras de acero y llamativos estandartes. Su gente no es de la que produce tales guerreros; los acólitos de la pareja de dioses son aldeanos de campo, más familiarizados con la carrera de un tejón o la madriguera de un zorro en las profundidades de los bosques que en las listas de torneos. No obstante. eso no quiere decir que no haya en el culto defensores de todo lo que aprecian. De hecho, cuentan con una antigua orden que, según afirman, existe incluso desde antes de la fundación del Imperio: los "Zancaslargas".

Los Zancaslargas son montaraces excepcionalmente capacitados, la mayoría de los cuales rinden culto a Taal y Rhya, aunque algunos de los norteños veneran a la diosa en su aspecto de Haleth la Cazadora. Han jurado no permanecer jamás en un mismo lugar más de una semana, y merodean por las tierras salvajes del Imperio a caballo o a pie, revisando viejos santuarios y túmulos para asegurarse de que no han sido profanados, oponiéndose a la explotación implacable de tierras y ríos, y erradicando amenazas del Caos o de los Pieles Verdes por igual. Normalmente viajan solos, a veces en grupos de dos o tres, y raras veces entran en pueblos y ciudades. Armados con un arco y una espada, son guardianes poderosos de los lugares salvajes.

La Orden[]

De todas las órdenes famosas de los cultos imperiales, la de los Zancaslargas es la más característica. Renuncian al uso de las pesadas armaduras de metal, escudos decorados y armas descomunales que suelen utilizar los demás templarios, y prefieren confiar en el sigilo y la destreza para vencer a sus enemigos. En vez de protegerse con pesadas placas y mallas que los ralenticen, visten armaduras de cuero. No empuñan mandobles, sino arcos largos y puñales afilados. Protegen los terrenos y arboledas sagradas de sus dioses, y todo el que los profane se enfrenta a los más implacables enemigos.

Taal y Rhya sólo tienen una orden formal de guerreros, de modo que los Zancaslargas deben cumplir todas las tareas y obligaciones que desempeñan los templarios de los demás cultos. Como sus actividades giran en torno a la naturaleza, el rastreo y la colocación de trampas, muchos desacreditan a los Zancaslargas tachándolos de simples montaraces en lugar de miembros de una prestigiosa orden templaria. Sin embargo, los Zancaslargas se toman sus responsabilidades muy en serio y defienden con uñas y dientes los lugares sagrados que están bajo su cargo.

Todos los Zancaslargas recién admitidos deben prestar el voto de viaje, lo que les impide permanecer en un mismo sitio durante más de una semana. Vagan de una arboleda sagrada o santuario a otro, protegiéndolos y ayudando en las tareas de mantenimiento. Dado que muchas de sus rutas se solapas, los Zancaslargas se organizan en pequeños grupos llamados manadas. La jerarquía y organización de estas manadas son fluidas y cambian constantemente a lo largo de sus recorridos. El liderazgo de la orden es igualmente flexible, y cambia de forma regular según la necesidad. Las manadas combinan sus talentos para servir a sus dioses de la mejor forma posible. Por lo general son pacíficos, pero renuncian a su serenidad si descubren que un lugar sagrado ha sido profanado. A partir de ese momento consagran sus vidas y todos sus esfuerzos a perseguir a las alimañas responsables de semejante crimen.

Sus miembros son reclutados en su juventud de aldeas y granjas, adoptados como aprendices de montaraces más viejos que están listos para transmitir su sabiduría. El entrenamiento es largo y riguroso, y puede que el aspirante no vea un asentamiento durante meses o incluso años seguidos. Aunque la orden no tiene un cuartel general oficial, sus miembros se reúnen cada siete años en el bosque próximo a la ciudad sagrada de Taal, Talabheim, para renovar sus votos y honrar a sus dioses.

Desde que comenzase la guerra, la orden se ha implicado más activamente en la lucha contra Archaón. Sus miembros actúan como guerrilleros tras las lineas enemigas, golpeando velozmente y retirándose luego a las tierras salvajes que conocen mejor que nadie. También han proporcionado un servicio inestimable a los ejércitos del Emperador como batidores y escoltas que avisan de los movimientos enemigos y valoran sus puntos fuertes y sus planes.  

Caballeros[]

Los Zancaslargas son más parecidos a batidores que a caballeros. Son los amos de la Naturalezas acechan en bosques y tierras salvajes como espectros vengativos, persiguiendo a enemigos e intrusos sin ninguna piedad. Visten cómodas ropas de montaraz, normalmente con tonos verdosos y pardos para poder confundirse con el entorno. Los Zancaslargas prefieren el uso del arco y son célebres por su puntería, que sólo se ve superada por la de los elfos silvanos.

Una de las primeras cosas que hace un templario de los Zancaslargas es personalizar su propio arco; a veces pasan semanas buscando los materiales apropiados y untándolos con hierbas y aceites sagrados. En combate, los Zancaslargas sólo se protegen con las armaduras más livianas, pues confían en el sigilo y la agilidad para evitar los golpes. Las ocasiones en las que se ven obligados a ponerse armaduras, optan por piezas de cuero oscurecidas con aceites y tintas para pasar desapercibidos entre el follaje. Muchos también se cubren el rostro y las zonas de piel que lleven al descubierto con tinturas verdes, marrones y rojas extraídas de plantas.

Miembros Conocidos[]

Fuentes[]

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